#OPINIÓN Los afanes de la vida #31Ago

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“Por nada estéis afanosos, sino presentad vuestros pedidos a Dios en oración, ruego y acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo entendimiento, guardará vuestro corazón y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”

Filipenses 4:6,7

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Entiendo que estar afanoso se refiere al estrés que puede producir los afanes de la vida. Pero el estrés puede ser bueno. Si, cuando es moderado nos permite activarnos para ser responsables, puntuales y bien comedidos. Puede alentarnos a hacer mejor las cosas. A quedar bien y satisfacer las necesidades de otros con prontitud y eficiencia. Incluso, puede motivarnos a hacer feliz a otros. Y al final, hacernos sentir bien por el servicio prestado.

El problema se presenta cuando el estrés sobrepasa las expectativas personales y nos agobia. Si los especialistas y terapistas que trabajan los problemas de estrés pudieran comprender, que este nace concretamente en las relaciones interpersonales, tendrían en sus manos mayores probabilidades de ayudar. Es en nuestro trato con los demás donde se origina el estrés. La relación cónyuge-cónyuge. Padres a hijos. Jefes y empleados. Colegas con colegas. Entre los compañeros de trabajo. En la vecindad, el barrio y entre vecinos. Entre compañeros de estudio. Por ello pensamos y concluimos que la solución definitiva la tiene Dios. ÉL estableció la Regla de Oro. «Así, todo lo que queráis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros por ellos. Esta es la Ley y los Profetas” Mateo 7:12. Cristo vino a enseñarnos no solamente lo que debemos saber y creer, sino también lo que debemos hacer al relacionarnos con Dios y nuestro prójimo. Allí está la esencia de la felicidad. La regla de oro de la justicia requiere que hagamos con los demás lo que quisiéramos que hicieran con nosotros. !Listo!

Los testimonios de vida pueden ilustrarnos de manera poderosa lo que Dios enseña en LAS SAGRADAS ESCRITURAS. John D. Rockefeller quien vivió entre los años 1839-1937. Fue el primer hijo de John D. Rockefeller y Laura Celestia Spelman. Se le conocía como «Junior», para distinguirlo de su célebre padre, conocido como «Senior». Pero lo estaba matando los afanes de una vida pomposa. El estrés. Su ejemplo puede enseñarnos cómo sobrevivir a ello al cambiar el foco de sí mismo hacia otros. Por el año de 1879, su compañía, la petrolera Standard Oil, manejaba casi el 90% del petróleo refinado en los Estados Unidos. A los 50 años de edad, era el hombre más rico del mundo. Pero en 1891 enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Sin embargo, se recuperó de su enfermedad en unos pocos meses. ¿Cómo?

Les cuento. John D. Rockefeller decidió adoptar como parte de su vida una alimentación sencilla, descanso y ejercicio. Y tomó otra decisión aún más importante, compartir su riqueza con los más necesitados por lo cual pasó los siguientes 40 años como un filántropo. A comienzos del siglo XX, su fortuna personal llegaba casi a 900 millones de dólares. Al tiempo de su muerte, era de unos 26 millones. Sus donaciones hicieron mucho bien en el mundo. Entre los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Rockefeller abogó por mejores condiciones de trabajo industrial y durante la II Guerra Mundial, ayudó a establecer las Organizaciones de Servicios Unidos (United Services Oganizations) y recaudó más de 300 millones de $ para ayudar a hombres y mujeres que sirvieron en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Dios le prolonga la vida y vivió satisfecho hasta los 97 años. ¿Cómo les parece?

¡Hasta la semana que viene por la WEB Dios mediante!

William Amaro Gutiérrez

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