Uno de los resultados que es objeto de gran análisis dentro del ámbito organizacional lo constituye la resistencia al cambio. En cierto sentido, es positivo en virtud de que confiere un grado de estabilidad y previsión del comportamiento.
Si no hubiera alguna resistencia, el comportamiento organizacional adquiriría las características de azar caótico. La resistencia al cambio también puede originar conflictos funcionales. Por ejemplo, la resistencia de un plan de reorganización o un cambio en una línea de productos puede estimular un debate sano sobre los méritos de la idea que traiga como resultado una decisión mejor. Pero existe un inconveniente en la resistencia al cambio, a saber, que estorba la adaptación al progreso.
La resistencia al cambio no necesariamente aflora siempre de la misma forma. La resistencia puede ser abierta, implícita, inmediata o diferida. Es más fácil para una gerencia de personal enfrentar una resistencia al cambio abierta e inmediata. Ejemplo de esto tenemos una organización que se propone un cambio y los trabajadores responden prontamente con quejas, lentitud en el trabajo, entre otros. La mayor dificultad es manejar la resistencia al cambio implícita, debido a que esta viene acompañada de desaparición de la lealtad hacia la organización, pérdida de la motivación para trabajar, aumento de errores y equivocaciones, incrementos de faltas, entre algunas; por ende es más complejo su manejo.
Es importante destacar que un cambio puede producir al inicio lo que parece una reacción mínima, pero luego la resistencia aparece en semanas o meses. Las reacciones a los cambios puede acumularse y desencadenar en una respuesta que se ve completamente desproporcionada para el cambio al que sigue; por supuesto, la resistencia solo se aplazó y acumuló.
Existen algunas fuentes individuales de resistencia al cambio y estas se basan en percepciones, personalidad y necesidades en los trabajadores. Las más importantes son:
Hábitos: como seres humanos somos criaturas de hábitos. La vida es bastante complicada y no necesitamos considerar toda la gama de opciones para las cientos de decisiones que tenemos que tomar a diario. Para enfrentar esta complejidad nos hacemos de hábitos o respuestas programadas. Pero cuando enfrentamos un cambio, esta inclinación de responder de la manera acostumbrada da origen a una resistencia.
Seguridad: las personas con más necesidad de seguridad se resisten más cambio porque amenaza su sentimiento de estar a salvo.
Factores económicos: otra fuente de resistencia al cambio lo constituye la preocupación que los cambios traigan una reducción en los ingresos. Los cambios en las tareas o las rutinas establecidas también despiertan miedos de carácter económico, si las personas les preocupa no ser capaces de desempeñar esas rutinas o tareas de acuerdo con sus estándares previos, especialmente cuando el pago está vinculado con la productividad.
Miedo a lo desconocido: los cambios reemplazan lo conocido por la ambigüedad e incertidumbre; por ejemplo, si la introducción de la administración de la calidad significa que los trabajadores de producción tendrán que aprender técnicas estadísticas de control de procesos, algunos pueden tener miedo de poder hacerlo. Por tanto, tal vez adopten una actitud negativa hacia el programa de calidad o una conducta disfuncional cuando se les pidan que apliquen técnicas estadísticas.
Msc. Julio Cesar Vargas
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