#OPINIÓN Gaveta azul: El reto de batear #30Ago

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Todos los comentaristas del deporte al analizar el popular juego del béisbol, deformación de la palabra inglesa que lo define (Baseball) cuya traducción literal es “Pelota-base”;  están de acuerdo que el acto de batear, evento  principal de la fase ofensiva en el popular juego, es lo más difícil que  se puede encontrar en cualquier deporte. Un detalle que otorga especial atractivo y  emoción a la compleja competencia de este deporte.

El diseño de este popular pasatiempo no es fácil de entender si le comparamos con  otros de estructura más simple, donde cada equipo tiene un  campo que defender al mismo tiempo que intenta vulnerar el  del contrario introduciendo un testigo (casi siempre una pelota, balón, disco, etc) en un breve espacio delimitado, donde si tiene éxito se anota un número de puntos fijados por las reglas. Gana el equipo que se anota el  mayor puntaje.

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Análogamente en el beisbol gana el equipo que acumula  el mayor puntaje, llamadas  carreras en este juego y con la característica de poder obtenerlas mediante fórmulas muy diversas, todas válidas, incluidas las que se obtienen por “robos” como parte de varias jugadas que culminan en  carrera anotada.

Otro aspecto curioso de este juego es el tiempo. Por  reglamento está limitado a nueve oportunidades de ataque por equipo que a su vez se complementan con el contrario en defensa del campo, común a los dos equipos pero distinguido por las funciones que cumple. Uno va al ataque y el otro defiende. Al concluir  las oportunidades del atacante, sea cual sea  el resultado,  pasa a defender. Esta forma de compartir el tiempo de juego crea  la paradoja de permitir que cada equipo pueda convertir su oportunidad de ataque en  tiempo abierto, pues  la limitación del ataque está sujeta a que el defensor deje fuera  de juego tres hombres. Mientras esta condición no se cumpla la fase del juego en que se encuentren ambos contendientes se mantendrá abierta. El defensor tratando de evitar las carreras  del atacante, y este haciendo el esfuerzo de conseguirlas.

Otra  característica peculiar de este juego es que sus reglas favorecen las tareas de la defensa. Por lógica hacen más duras las oportunidades de quien  ataca- El equilibrio está dado por la igualdad del número de oportunidades, tanto de  ataque como defensa para cada equipo y por la calidad, eficiencia y rendimiento de cada jugador. Veamos las ventajas que se dan a la defensa y las dificultades que enfrenta el ataque. El bateador al ataque tiene tres oportunidades para dar una conexión, que puede ser tomada por la defensa y ponerlo fuera. Vale citar para quien no conozca el juego, que le defensa del campo la ejerce todo el equipo, nueve hombres y ataca un hombre por vez.

Respecto al duelo particular entre lanzador y bateador hay mucho por hilar. Dijimos que el bateador tiene tres oportunidades para conectar, si falla las tres queda fuera, Cuántas  oportunidades tiene el lanzador para fallar, quedando sus lanzamientos fuera de la llamada zona de strike? Cuatro ocasiones o fallas, llamadas “bolas malas” le conceden al atacante una base.

Otro caso, desde luego ya en  el campo  de lo subjetivo, pero ventaja al fin. El lanzador sabe el lanzamiento que usará en cada ocasión  de su duelo  con el  bateador. Este debe adivinarlo.  El lanzador de acuerdo con su receptor escoge de su repertorio un lanzamiento. Curva que puede ser “sinker”(bajando); “slider” deslizante o  curva de afuera. La recta o piedra, en el argot, de la que hay  dos y tres variantes. Además de escoger el tipo de lanzamiento igual decide a que sector de la zona lo va a dirigir. Conrado Marrero un maestro del control del siglo pasado, entrenador de lanzadores en Cuba, insistía en que el pitcher dominara la zona de strike en sus  nueve  sectores: Afuera,  centro y adentro de cada uno de los niveles, alto, centro y  bajo, para escoger donde iría  a “romper” el lanzamiento.  Por último el plus de  lanzar  a velocidad  de trabajo  normal  o el llamado cambio, una pelota ala que restan fuerza y velocidad hasta en seis o siete millas por hora. De modo que el pitcher tiene un amplio margen donde escoger, mientras  el bateador intentará adivinar,  o en el mejor de los casos deducir que le van a lanzar.

El hecho definitivo es que lo normal y corriente es que los mejores bateadores fallen siete  veces de cada diez y son considerados estrellas del espectáculo. Muchos son los elementos  que conducen  a estos resultados y además de lo citado y comentado tenemos factores tan  determinantes como l< distancia desde el montículo de lanzamiento hasta el plato, detrás del que se ubica el lanzador y al lado el bateador.  Un recorrido muy breve de apenas 60 pies (18,4 metros) que al restar el alcance de la mecánica de lanzamiento del pitcher(donde su mano suelta la pelota) baja el trayecto hasta unos 17,5 metros o algo menos.

Tan breve distancia se recorre a velocidades que van desde  85 millas por hora, algunos cambios bajan  a velocidades aún menores, hasta lanzamientos a 102 millas/h (Aroldis Chapman, cerrador de los Yankees de NY).Lo que deja apenas un  suspiro de libélula al bateador para decidir si espera el próximo lanzamiento o realiza el “swing” y alcanza la pelota con el debido ángulo de ataque y  la suficiente fuerza de un  buen contacto, que al fin y al cabo no garantiza nada, pues ese batazo sale virtualmente a ciegas. En pocas ocasiones el bateador puede darle la dirección deseada,  que de todos  modos encontrará ocho guantes dispuestos a capturarla y hasta nueve si se suma el receptor.

El dominio del pitcherha sido tan  marcado que tocó extremos increíbles  el  año  1968, cuando Dennis Mc Lain ganó 31 juegos y el campeón bate de la  Liga Americana, Carl Yastremky, fue el único, repito, el único jugador en la liga sobre 300 puntos de  promedio, exactamente  301.El comité técnico de la Liga recomendó al  Comisionado disminuir la altura del montículo y  reducir la    zona de strike, factores determinantes en el dominio de los pitchers.

No obstante medidas de ese tipo, los avances en los entrenamientos  y el monitoreo de las campañas por computadora, sigue siendo evidente el  dominio del lanzador. Es normal y  corriente que el buen  jugador titular del  llamado béisbol mayor  promedie solo entre 250 y 260 puntos por temporada. Con 400 puntos de promedio, fallando solo seis veces de cada diez eres considerado un extraterrestre y  solo muy pocos jugadores lo han conseguido  y eso en el pasado. El más alto  promedio fue de 426 puntos, logrado por  Napoleón Lajoe, que bateó otras dos veces sobre 400. También tres  veces  lo hizo Roger Hornsby, apodado el Rajah, quien tiene el segundo promedio  de bateo más alto de por vida  con 358 puntos, cuatro menos que Tyrus Raymond  Cobb. El último gran toletero en alcanzar la meteórica cifra fue  Ted (Teodoro Samuel) Williams con  406 puntos  en 1941, hace 80 años. Todo un prodigio, el  campeón bate  de la Liga alcanzado a mayor edad, 40 años. 

El promedio de por vida, cifra que dice mucho de la calidad de un bateador, en casos de jugadores  estrellas de gran  trascendencia  como Carl Yastremky, el penúltimo triple coronado antes de José Miguel Cabrera, fue de 286 puntos. Y otro Hall of Fame como el gran  Mickey Mantle ambidextro de kilométricos jonrones  tanto a la zurda  como a la derecha, promedió290 puntos.

Batear en forma productiva ha sido siempre el gran reto  de los jugadores de béisbol. Un aspecto de alta  valoración en la producción de un jugador es su consistencia. Batear bien temporada tras temporada, no una campaña  buena y dos regulares,  una excepcional y tres malas consecutivas, etc.  Los registros de Jose Miguel Cabrera le anotan en el reducido grupo de los muy grandes al  bate, y citaré solo dos aspectos de su calidad, distintos de los tantas veces repetidos estos días  tras alcanzar el tope de 500 jonrones. Cabrera, el marciano de Maracay (Beto Perdomo –QEPD- dixit)  tiene doce temporadas  sobre 300 puntos, no consecutivas por haber caído en  la quinta a 292 puntos de promedio y 127 carreras remolcadas. Inició su  demostración de gran bateador con la segunda  campaña  en la que promedió 294 puntos y remolcó 112 carreras.

En la actualidad, sin  importar el promedio que sostenga  sus actuaciones, ha confirmado  su grandeza y  los  registros por obtener seguirán  en aumento elevando su prestigio de figura cimera del beisbol de grandes  ligas.

Pedro J. Lozada

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