Es muy común oír y con razón, que cuando morimos no nos llevamos nada y eso es verdad. Pero aquellos quienes aspiramos ir al cielo y luego vivir por la eternidad en una Tierra Nueva donde “no habrá más llanto ni dolor” Apoc. 21:4, como lo afirma Dios en su Santa Palabra, sí tenemos algo que llevar: el carácter. Y Dios lo presenta de manera muy sencilla. “Jesús les dijo: «En verdad os digo que, si no se convierten y se hacen como niños, jamás entrarán en el reino de los cielos” Mat18:3 ¡Jamás! Y este otro lo complementa. “Entonces, en todo, haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti, ya que esto resume la Ley y los Profetas” (Mateo 7:12). ¿Cómo les parece? Es por ello que necesitamos cambiar nuestro carácter mientras estamos vivos. Y la hipocresía es unos de los rasgos del carácter más pernicioso que podemos albergar.
La hipocresía es el acto de preconizar cualidades, ideas o sentimientos contrarios a los que en realidad se tienen. Esconden sus intenciones y verdadera personalidad. Es una sombra dañina, que produce efectos devastadores en la vida y afecta sobre todo a terceros a quienes influencia y lleva por caminos hasta mortales. La palabra proviene del griego (hypokrisis), que significa fingir o actuar una respuesta, y es justamente en la cultura griega, en el ámbito artístico del teatro, donde se la llegó a utilizar mucho para referirse al actor que normalmente se colocaba una máscara o un disfraz. El hipócrita tiene la “virtud” de creer en su falsa vida. Certifica y presenta su existencia teatral con facilidad pasmosa. Expone sus planteamientos y sus convicciones de tal manera, que impacta y convence. El sector de la política es el lugar más común donde conseguimos esta clase de individuos. Pero en las familias, comunidades, clubes y asociaciones. Así como también en las iglesias cristianas y o grupos religiosos también es muy común. Es el producto de vivir en un mundo de pecado.
La hipocresía es un comportamiento diabólico. Es una práctica que tiene en su promotor e inductor, al mismo Satanás. Es una conducta tan efectivamente pecaminosa, que nuestro Señor Jesucristo la denunciaba. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera se ven hermosos, y por dentro están llenos de huesos de muertos y de inmundicia” Mateo 23:27. “Un hipócrita religioso se asemeja a un criminal descrito como “un individuo armado y de extrema peligrosidad”, debido al daño espiritual que puede infligir a otros. Armados con la apariencia de justicia, vestidos con el manto de la religión, los hipócritas pueden ingresar con sigilo a la vida de los cándidos e inocentes y producir estragos de consecuencias eternas”. Ricardo Graham
Sin embargo, cuando el Señor Jesús le hablaba con dureza a los fariseos, lo hacía con amor, piedad y lágrimas en sus ojos, por cuanto los amaba y solo quería su salvación. «Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío» (Ezequiel 33: 11). “Mediante amonestaciones y súplicas, ruega a los extraviados que cesen de obrar mal, para retornar a él y vivir. Aún mientras Jesús vertía lágrimas sobre el monte, Jerusalén habría podido arrepentirse y escapar a su condenación, pero no lo hizo” Helen White. Hoy, Dios todavía, de muchas maneras, sigue llamándonos al arrepentimiento para alcanzar Salvación y Vida Eterna. Su llamado amoroso sigue firme y permanente. Dice «Si hoy oís su voz, no endurezcáis vuestro corazón como en la provocación» Hebreos 3:15.
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB!
William Amaro Gutiérrez
