El 22 de agosto se cumplen sesenta y dos años de la fundación mediante ley del Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), una de las iniciativas más importantes de la democracia venezolana para contribuir, con una visión humanista del desarrollo valoradora del trabajo, a la formación de mano de obra especializada que contribuyera a la industrialización que el liderazgo político, económico y social del país tenía como objetivo.
Clave en aquel importante paso fue el Doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa, senador por su natal Nueva Esparta, educador vocacional y líder gremial de los maestros, político con trayectoria en la oposición y el gobierno, durante su exilio fue docente en la universidad de La Habana y funcionario de la UNESCO. A su regreso al país que estrenaba libertades, trajo un equipaje de conocimientos y experiencias que esperaban pasar la prueba de la práctica. Fue el autor del proyecto y su diligente propulsor, papel fundamental porque en el proceso legislativo no hay paternidad irresponsable. Proyecto que no tiene quien lo cuide, muere.
Rómulo Betancourt era Presidente de la República. Lorenzo Fernández, político con ejercicio en el sector económico privado, Ministro de Fomento del gobierno de coalición. Ministro de Educación el independiente Rafael Pizani y del Trabajo el urredista Luis Hernández Solis, margariteño por cierto como Prieto. Una amplia gama ideológica representada en los niveles decisorios del país. Tuvieron además el acierto de designar para presidir el INCE al profesor universitario Oscar Palacios Herrera, figura de gran distinción y como vicepresidente a Pedro Bernardo Pérez Salinas, sindicalista culto y honorable de las filas de AD.
Prieto, a quien se reconoce el mérito fundacional es una personalidad venezolana de la mayor trascendencia. Intelectual con vasta obra escrita, parlamentario de fértil ejecutoria, hombre de convicciones incluso a veces intransigente. De sus libros, leo y releo La Política y los hombres de 1968, una jugosa colección de textos que revelan su densa cultura. En Vargas, el ilustre guaireño cuyo nombre ha sido arbitrariamente borrado de la nomenclatura oficial lo asocia con “la virtud de la tolerancia”. Era “de la estirpe de los libertadores”, Bolívar lo hizo su colaborador y lo encargó de la universidad republicana.
“La acción del político –dice el maestro- no es pastoreo de fantasmas sino dura labor de realidades”. Recomienda pues tener los pies en la tierra este demócrata de izquierda que reflexiona hondo y certero, “Quien predica el desastre y lo propicia no merece gobernar, porque sobre el desastre no puede construirse”.
Y guarden ésta los políticos nuevos y los aspirantes a serlo “Para hacer cambiar a otros que están bajo nuestra dirección es necesario que ya antes se haya operado en nuestro espíritu una transformación en el sentido que propiciamos…”
Prieto concibe la educación como la política pública central, y a la política como una labor eminentemente educativa, un aula con el pueblo entero.
Al INCE ahora, en esa manía oficialista que en vez de crear e innovar cambia nombres e intenta borrar la historia, le han rebautizado INCES, Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista, como si de una escuela de formación de cuadros se tratara. De su bien ganado prestigio no queda ni la sombra y su carácter institucional se ha ido destiñendo. Recuperarlo será un homenaje a la memoria de ese gran venezolano.
Ramón Guillermo Aveledo