Cuara es un pueblo con un poco más de cinco mil habitantes, enclavado en la región semiárida del centroccidente de Venezuela. Específicamente a 40 kilómetros de Barquisimeto, la ciudad capital del estado Lara. Se cuenta que este poblado fue fundado por Welsares alemanes, cerca de 1554.
A mediados de 2019, la FAO inició sus operaciones en esta población en el marco del proyecto “Promoción de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en los niños en edad escolar y sus familias, mediante la asistencia nutricional y con el apoyo de la producción proveniente de la agricultura familiar a pequeña escala”.
Esta iniciativa, que cuenta con el respaldo financiero de la Unión Europea, abarca a Unidades Educativas y Escuelas Técnicas Agropecuarias, en 4 estados de Venezuela: Miranda, Falcón, Portuguesa y Lara.
Mediante el apoyo técnico y el suministro de medios de vida (herramientas, semillas) a 744 pequeños productores y organizaciones de productores locales, que viven en las zonas cercanas a las escuelas seleccionadas, mejoró el acceso a alimentos sanos y diversos. Esto permitió la preparación de meriendas y almuerzos, que beneficiaron a alrededor de 9.387 niños y niñas en edad escolar básica.
Organización
La llegada de FAO al territorio “fue muy importante”, relata Almer Javier Ortiz Rodríguez, “porque nos motivó a trabajar más y a rescatar la cultura de sembrar en nuestras casas”.
Almer (37) es obrero en una empresa agropecuaria de la zona, y cuenta que nunca había visto al patio de su casa como un lugar con potencial para cosechar alimentos. Hoy, integra una asociación de pequeños productores de la localidad, que nació luego de que un grupo se sintiera motivado por las acciones y métodos de trabajo de FAO. Decidieron llamarse Asociación de Productores La Matraca de Cuara.
El nombre de esta asociación se atribuye a un símbolo cultural del pueblo, que tiene más de 400 años de antigüedad. La Matraca, traída por los alemanes, es un instrumento en forma de retablo de madera, sobre el que se colocan cuatro cintas y hebillas metálicas que, al percutirlo, emite un sonido rítmico. Originalmente se empleaba para convocar a los habitantes del poblado a misa. También tenía la función de reloj y de alarma ante una contingencia. De allí que tenga un gran valor cultural, por su gran significado mítico-religioso.
En este proyecto, FAO diseñó un mecanismo para la asistencia técnica remota, debido a la restricción de la movilidad por la Pandemia de la COVID-19.
El mecanismo denominado Red de Asistencia Técnica Local (Red ATL), garantizó que el acompañamiento técnico en la recuperación de medios de vida utilizando enfoques agroecológicos llegará de forma efectiva a los agricultores, beneficiarios del proyecto.
Modelo productivo
Las Escuelas Técnicas Agrícolas (ETA) de Venezuela cuentan con espacios para la siembra, además de infraestructura y capacidades técnicas. En ellas FAOVE promueve un modelo de producción agropecuaria en conjunto con la comunidad y las organizaciones de productores locales, para proveer alimentos complementarios para la Alimentación Escolar. Específicamente: hortalizas y huevos. Alimentos necesarios para el fortalecimiento de la dieta local.
En el caso de la ETA José Ramón Rodríguez de Cuara, el modelo propuesto beneficia por igual a los estudiantes, la escuela, la comunidad y los pequeños productores de la zona.
La matrícula de la ETA (además 8 escuelas cercanas) es de 1.000 niñas y niños. Para ellos se requiere el aporte de 200 gramos de verduras por plato, para complementar los alimentos del PAE. Un requerimiento que supone la producción de 40 toneladas de alimentos frescos al año.
Con el apoyo de la Unión Europea se rehabilitó el sistema de riego de la ETA, se dotó de semillas y bioinsumos, y asistencia técnica para poner en marcha un Plan de cultivo de 10 hectáreas y hortalizas, en espacios pertenecientes a la escuela. Cinco hectáreas serán cultivadas por “La Matraca” y las otras cinco por los trabajadores y estudiantes de la escuela.
Adicionalmente, FAO contribuyó con la rehabilitación de la infraestructura para aves: pie de cría de gallinas criollas, gallinas ponedoras de razas comerciales, incubadoras, y capacitación para elaboración de alimentos alternativos para animales. Parte de esta producción también se llevará a las escuelas, garantizando al menos el consumo de tres huevos a la semana para cada niño.
Mediante la aplicación de este modelo, la FAO fortalece a las asociaciones locales y las ETA para garantizar una alimentación saludable a niños de educación inicial y primaria, y su sostenibilidad. Una vez que se ha cubierto la demanda de hortalizas y huevos para las escuelas, el resto de la producción podrá ser comercializada en ferias locales para garantizar el auto-sostenimiento financiero. Este enfoque de asociación se prueba exitosamente en los estados Falcón y Portuguesa.
“La Escuela Técnica tiene tierras para producir, pero no teníamos apoyo. Con la llegada de FAO vimos una esperanza, y aquí estamos trabajando, produciendo. Teníamos la limitante del agua, pero ahora aprendimos métodos para ahorrarla por medio de sistemas de riego por goteo”, detalla Almer.
Impulso
Olga del Carmen Fréitez tiene 66 años y es ícono de lucha por los derechos de los campesinos, además es la vocera principal de los productores locales. Se trata de una pedagoga y agricultora que ha vivido toda su vida en este pueblo. También es una de las fundadoras de La Matraca de Cuara.
“La llegada de FAO a nuestro pueblo”, asegura Olga, “es como un milagro, una respuesta a plegarias de hace años”. En su opinión, los métodos aplicados por la Organización, en el marco del proyecto, impulsaron “la asociación de los campesinos locales”.
Olga asegura que los pequeños productores asociados en La Matraca de Cuara “se sienten satisfechos por estar cumpliendo un sueño: sembrar. Por eso tenemos la disposición de avanzar en el cumplimiento del objetivo de la asociación que es desarrollar la agricultura familiar y campesina”.
En Cuara, las mujeres y los hombres de la tierra, cosechan con sus manos los alimentos que nutren a las niñas y los niños de las escuelas de esa localidad y, como Almer explica, lo hacen convencidos de que “el futuro está en el campo, y sin el campo no hay nada”.
La Matraca de Cuara ya no se emplea para convocar a actividades religiosas, hoy convoca a hombres y mujeres para trabajar la tierra, para nutrir el futuro que crece en las escuelas de un pequeño pueblo de Venezuela. La Matraca convoca para su derecho a una alimentación saludable.