#OPINIÓN El silencio de los inocentes #6Ago

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Ver una película casi una docena de veces, con la sensación de que es la primera vez, es demostrativo de su indiscutible calidad. Es lo que hemos vivido con el film “El silencio de los inocentes” estrenada en 1991, y protagonizada por Antoni Hopkins y Jodie Foster y ganador de 5 premiso Oscar en las menciones de: mejor película, guion, dirección, actor y actriz. Las actuaciones de ambos son excelentes formando parte del éxito dela cinta.

Precisamente, debieron transcurrir 22 años de silencio para que nos decidiéramos a escribir sobre la misma,pues la apreciamos, por primera vez, en el desaparecido Cine Altagracia, ubicado entonces en la avenida 20 entre 21 y 22. Luego la disfrutamos otras ocho veces por la televisión por cable. Y todavía la veríamos como la primera vez por su excelencia cinematrográfica.

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Se trata de una obra del género de suspenso-terror que vino a refrescar el mismo cuando estaba de capa caída por lo entretenido del guion, superior mensaje y la evidente técnica, precisamente los ingredientes que garantizan el éxito en el cine.

De comienzo a fin, la película concita la atención del espectador por la tensa y ascendente atmósfera de la   trama que, fundamentalmente, nos presenta la historia de dos despiadados sicópatas: el siquiatra Aníbal Lecter tan cruel como el otro asesino el transexual Búfalo Bill, quien no acepta esa condición y   quiere cambiar para lo cual requiere de una operación que le es negada.

Paralelamente, tenemos a la estudiante de policía Clarice Starling una aspirante a ingresar al FBI   y a quien su jefe Jack Crawford le encarga, como primera misión, entrevistar al temible siquiatra Anibal Lecter. En los encuentros se pondrá de manifiesto sus debilidades, pero logra salir airosa al descifrar los mensajes del criminal transexual.

El guion se concentra en mostrarnos los casos de ambos que no tienen compasión alguna con sus presas al momento de matar con sus particulares modus operandi. Por un lado, el siquiatra Anibal Lecter, cuya inteligencia raya en  el genio por sus dotes paranormales, entre estos el movimiento de metales y que   practica  el  canibalismo. Por otro, Búfalo Bill, quien somete  a sus  víctimas a una  lenta  tortura para luego desollarlas y  cuya   predilección   son   las mujeres  jóvenes gordas de talla   14. Cada uno de sus asesinatos es una especie de ritual en  que deja  en sus gargantas una mariposa a manera de trofeo y que es la pista  para descubrirlo.

Jodie Foster encarna a la novata detective del FBI cargada de sentimientos de culpa, por la muerte de os corderos que presenció en su infancia. Ese hecho se lo confiesa a Lecter en violación al código de ética policial y las normas de seguridad. Esta debilidad la aprovecha el asesino siquiatra para sicoanalizarla y burlarse de ella cuando  le dice  que  es una  campesina mal vestida.

La escena mejor lograda es la del encuentro de la estudiante del FBI con el brutal Búfalo Bill, cuando investiga el secuestro de la hija de una senadora. La secuencia en que queda en la oscuridad a merced del transexual es excepcional por el clima de suspenso y la yuxtaposición de planos simultáneos. Ella se salva de una muerte casi  segura  por su  desarrollado sentido   del oído que le permite escuchar el encasquillamiento   del  arma de   su agresor. Eso lo aprendió en las clases impartidas en el FBI.

Hay un conjunto de claves en esta obra basada en una novela de Thomas Harris: la mariposa que significa cambio sexual, la codicia por lo cotidiano, los sentimientos de culpa en el ser humano anidados en el inconsciente y el peligro permanente para la sociedad de los asesinos en serie carentes del sentido de tolerancia para afrontar los fracasos y adversidades en la vida. Porque un sociópata es alguien no fiable, aunque aparente normalidad por su habilidad para mentir, confundir y ocultar. Es lo que los hace sumamente peligrosos como los políticos demagogos, sobre todo los poseídos por concepciones totalitarias del poder.

El silencio de los inocentes es de esas películas que queremos repetir por sus valores estéticos. Eso la convierte en una joya del séptimo arte, narrada con   el talento que distingue   al cine norteamericano, cuyos méritos corresponden esta vez a Jonatan Demme en la dirección. Así destaca sobre todo de ese excelente juego de cámaras apoyado en unos excelentes close up y planos medios que no dan tregua al espectador. Eso es estética y magnífico lenguaje cinematográfico. Ello más la certera y oportuna banda sonora. Una obra de arte integra.

Entre bastidores a 30 años de su estreno, el verdadero asesino, que en la ficción revela la obra, fue capturado y condenado por la justicia de Estados Unidos. Mientras que Foster hizo público su condición de lesbiana sin que eso le reste méritos a la talentosa actriz. La película tuvo un éxito de taquilla descomunal. La inversión fue de 19 millones de dólares recabando más de 270 millones dólares.

Freddy Torrealba Z.

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