Más allá del sufrimiento nacional, tal vez nos aguarde la recuperación del tiempo y de la vida amable que perdimos, volveremos a la alegría, a la luz, lejos de esa larga penumbra en que nos hundió la sinrazón y la enemistad…
Por aquí y por allá voy viendo y sintiendo el horror que va dejando el abandono, la falta de voluntad, la pandemia, el hambre, la suciedad y la muerte de todo y de todos aquellos sacos de huesos que más que seres humanos parecen espantapájaros al viento…
En el recodo intrincado de las calles y caminos mora la desesperanza, arañadora del alma, con gente demacrada, abuelos tristes y niños que crecen en la fangosa orilla, en medio de un macabro y espantoso desajuste nacional…
Por estas calles no hay naranjas, no hay limones, no hay luz ni agua, no hay sembradores ni siquiera hay pan. Aquí quedaron abandonadas como jirones de trapos al viento aquellas banderas que fueron en las luchas por los derechos y libertades orgullo nacional, fueron los sueños y la fe que cayeron como la esperanza de las hojas que se desprenden ya muertas del árbol, saturando los caminos…
El tren se quedó en veremos como mamotreto elevado a la desidia explorando vacíos, soledades y sueños sin perfume, sin vagones, sin gente, sin maquinista ni ayudante. Se quedó en veremos como plato de pobre que se acuesta esperando un día mejor, esperando el milagro de la comida que no se puede comprar, digiriendo las espinas de ayer, de hoy y de mañana, siempre con la esperanza ceñida al espinazo…
El hambre obliga a esperar y creer en algo aunque sea en la fuerza de la gravedad, porque sin fe la vida es imposible. Los ojos blancos y tristes son el cruel testimonio de orfandad y de engaños en que viven los pueblos gobernados por la crueldad; bajo los parpados las pupilas viven secas, los paisajes abandonados se diluyen en el crepúsculo, las abuelas hablan de las burbujas que va dejando la lluvia, saben del tiempo en que regresará de nuevo a machacar el piso con sus gotas…
Por estas tierras abandonadas a su suerte, cada día se va en preparar el sudario y desbaratarlo en la noche, con la esperanza de entretener el hambre pegada al espinazo y esa forma de soledad y de tristeza que aparece cada día y se va en la noche, esperando un mañana mejor….
«La inconciencia o no conciencia es condición sine qua non para la felicidad del ser humano. Nadie puede ser feliz ante el sufrimiento del prójimo»
(Fernando Vallejo)
Si nada hemos aprendido de la desgracia que nos mató la vida y los sueños, una y otra vez nos veremos repitiendo la misma historia, los mismos sufrimientos…
Los ríos pasan, pero quedan los escritos…
Amanda Niño de Victoria