El liderazgo político se encuentra en su peor momento histórico. Ningún líder (vivo) obtiene evaluación positiva superior al 20%, es decir todos empatados en la nada. Esto no se compadece con el deseo de cambio de la mayoría de los venezolanos, aseguró en un extenso hilo en su cuenta en twitter, el economista y presidente de Datanálisis, Luis Vicente León.
Asegura que no se trata de culpar a alguien. Las condiciones de lucha política son muy rudas y la ausencia de resultados concretos genera un cortocircuito enorme entre líderes y masas.
Advierte que tres cuartas partes de la población sienten que es indispensable promover cambio de gobierno, pero también cambios en la estrategia y liderazgo opositor. Agrega que no hay forma de revivir esperanzas sin proponer algo distinto a lo que hasta ahora sólo ha producido decepción, frustración y desesperanza.
Expone que incrementar la dosis de la misma medicina sólo aumentará los efectos negativos. El resultado más llamativo de esta ausencia de renovación es la nueva matriz de intereses de la población (y dentro de ellos los empresarios) que hacen cortocircuito con el debate político.
Apunta el especialista, que parece claro que seguir pidiéndole a la gente sacrificios personales y empresariales, para producir un cambio que ya no esperan, ni creen, ni confían es una pérdida monumental de tiempo, pues entre sobrevivir y suicidarse está muy claro lo que escogerán.
Ante tales escenarios, expone que ahí está el reto real de la oposición, más allá de sus diferencias y por encima de la simplista estrategia de atacarse mutuamente, defendiendo intereses particulares, sin buscar soluciones. Estima que hay que reconocer los errores cometidos (porque nada da más rabia a la gente que le vean cara de pendeja),
Recomienda que hay que buscar urgentemente un consenso sobre las reglas de juego opositoras para dirimir el disenso natural entre ellos, pues quien pretenda erigirse en Carlos V o Luís XIV va a terminar chamuscado. Asimismo, hay que presentar al país una estrategia seria sobre qué hacer, más allá de votar o no votar (que sigue siendo un dilema falso mientras no digan qué hacer con una u otra opción)
Sugiere que hay que abrir espacios a nuevos liderazgos, que se validen por la única forma que se gana representatividad y confianza: el voto popular.