Una de las armas secretas del régimen venezolano para mantenerse en el poder parece ser una sociedad cuya memoria colectiva no parece mayor a un solo megabyte.
Eso significa que más allá de la misma rosca de miseria humana que lleva años haciendo enroques en la cúpula del sistema, también se les ha permitido reestrenar múltiples veces las mismas mascaradas, iniciativas y tácticas para engañar incautos a lo largo de los últimos años.
El caso más reciente pasa por hacer creer a ciertos líderes gremiales que pueden engancharse en una onda de concertación para – supuestamente – contribuir a arreglar los problemas de la nación.
Ya nadie recuerda a FEDEINDUSTRIA y al notorio Miguel Pérez Abad; ni a EMPREVEN del tal Alejandro Uzcátegui Paoli; y el triste paso de un Francisco Natera por gabinetes chavistas. Más toda una sarta de preservativos usados que ha tenido el régimen a lo largo de los años, unos más económicamente aventajados por otros.
Lamentablemente, en el movimiento gremial del empresariado venezolano en todo momento se han podido colar elementos que poco tienen de verdaderos empresarios, y mucho de traficantes de influencias, comisionistas, gestores, negociantes, testaferros y toda una gama de enchufados de todos los tiempos; y más, desde que la economía del país – y la determinación sobre quién se enriquece y quién no – depende directamente de los antojos y humores de Miraflores.
En Venezuela siempre se ha visto una cuerda de focas amaestradas, listas para salir aplaudiendo a cualquiera que les ofrezca prebendas y beneficios económicos. Porque si de acuerdos constructivos para el país se trata no hacen falta más que algunos acuerdos sobre políticas puntuales entre la dirigencia empresarial y representantes del poder de facto, sin necesidad de penosas y abyectas exhibiciones públicas con figuras escarnecidas y condenadas internacionalmente.
Pero cuando las focas quieren aplaudir, afuera van los recuerdos de dirigentes como el valiente Carlos Fernández, Presidente de Fedecámaras secuestrado y torturado en febrero de 2003 por esbirros del régimen, y luego exiliado, en acciones execradas por la OIT; así como de la gallarda Albis Muñoz, abaleada en febrero de 2010 por delincuentes enviados por los homenajeados de hoy.
Pero aquí no hay nada nuevo: Luego quedarán atrás las expectativas que hoy se les venden a ciertos incautos – y como la historia siempre se repite, más adelante nos enteraremos de contratos, prebendas, licencias, y beneficios para los protagonistas del sainete. Ahora tan reciclables como sus hoy olvidados antecesores.
Antonio A. Herrera-Vaillant