Chegra, la palabra con la cual te nombraba porque te encantaba, la vuelvo a utilizar con la misma ternura. Tus ojos del alma saben contemplarme con los mismos sentimientos. Entre tú y yo conjugamos el tiempo para contraerlo, pese a que son once los años. La distancia para los dos se hace lejanía, en ti porque tu vos sólo la oigo con los sentidos del alma; y la mía se propaga confundida entre la inmensidad buscando caminos para tocarte auditivamente. Desde tu partida, se ha borrado toda huella de cercanía y conjugadas en mis ojos las lágrimas son la esencia transparente del silencio de nuestras voces; te amo entrañablemente, sin que la intensidad de mi cariño se haya marchitado. Me imagino que tu también por tu dignidad y nobleza me sientes con igual intensidad. Nuestra separación es la inútil consecuencia del tránsito vital. Vendrá el día en el cual yo asuma, como tú, ese viaje tuyo.
Hay un poema de los tantos que te escribí que nos resume; para que lo recuerdes lo transcribo:
“A mi destino
fue tú destino
que lo enrumbó.
En mi conciencia
fue tu conciencia
la que me guio.
En mis palabras
fueron las tuyas
quien predicó.
Y mis afectos
junto a los tuyos
la gran pasión.
No hay nada entonces
que interferirnos
pueda a los dos.
Y somos siempre
en vida o muerte
la misma voz.
Chegra, tus sensaciones no me abandonan porque se han quedado conmigo. Permanecerán en mí con la firmeza de nuestra pureza.
Carlos Mujica
@carlosmujica928