Propicia es la ocasión cuando recientemente se celebró en el país la famosa Batalla de Carabobo para decir, que el ser humano cualquier sea su condición personal está permanentemente librando una Gran Batalla en su vida. Bien sea por la sobrevivencia, por tener un nivel de vida mejor, por la educación de los hijos, por la estabilidad de su matrimonio, por equilibrio y seguridad en todos los sectores de su existencia, por la convivencia ciudadana. Incluso, por la correlación de las tendencias políticas que se desarrollan en los países del mundo. La felicidad individual y familiar es lo que nos mueve diariamente y cada quien la busca de la mejor manera que puede o quiere. Pero lejos de Dios nunca la conseguiremos. Por mucho poder, dinero, verbo, filosofía o estatus que se posea, la búsqueda de la paz personal sin Dios no llegará.
La Gran Batalla, la verdadera Batalla se inició hace más de seis mil años en el cielo. “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él Apoc. 12: 7,8,9.
Por ello, es muy fácil distraernos y sumergirnos en una batalla contra nuestros semejantes. Contra el jefe en el trabajo, padres e hijos que no se entienden, cónyuges intolerantes, las riñas con los vecinos… todo copa la mente y la atención del hombre actual. El mundo no comprende que la batalla es del bien contra el mal. Cristo versus Satanás. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra dominadores de este mundo de tinieblas, contra malos espíritus de los aires” Efe.8:12.
Lo más maravilloso de esta batalla, es que la tenemos ganada. Cuando el pecado entró en El Edén, cuando el mal se posesionó del hombre, nuestro maravilloso Dios tuvo la respuesta inmediata. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” Gen. 3 :15. El unigénito Jesucristo vino a morir a esta tierra por nuestros pecados. Cuando muere en la cruz del calvario, recibe la mordedura de la serpiente, pero cuando resucita le da la herida definitiva al gran engañador y él sabe que le queda poco tiempo de vida y por eso lleva a la humanidad por el despeñadero del dolor. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. 1 Ped. 5: 8.
Todas las promesas de DIOS en el pasado se cumplieron y no hay ninguna razón para que la promesa de su Segunda Venida no se cumpla. “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si así no fuera, os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar un lugar para vosotros. Y cuando me vaya y os prepare lugar, vendré otra vez, y os llevaré conmigo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.” Juan. 14:1-3.
El libro de Oseas lo presenta con un verbo verdaderamente extraordinario. Una súplica poética. «Conozcamos al Eterno, insistamos en conocerlo. Su venida es tan segura como el alba. Vendrá a nosotros como la lluvia otoñal, y como la lluvia primaveral que riega la tierra”. Oseas 6:3. ¿Cómo les parece?
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB!
William Amaro Gutiérrez