La Iglesia Católica es la única Iglesia fundada por Dios mismo, pues viene de Jesucristo hasta nuestros días: viene directamente desde San Pedro, como el primer Papa, hasta el Papa actual.
San Pedro fue el primero en confesar la fe en Jesucristo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y en ese mismo momento Jesús le anuncia que ya no se llamará Simón, sino “Pedro” (roca-piedra) y que sobre él edificaría su Iglesia.(cfr. Mt. 16, 13-19).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice al respecto: “El germen y el comienzo de la Iglesia fue “el pequeño rebaño” que Jesucristo reunió en torno suyo y del cual Él mismo es su Pastor (#764).
Sin embargo el Señor Jesús también dotó a su Rebaño de una estructura, que permanecerá hasta el Fin de los Tiempos. Esa estructura consiste en la elección de los Apóstoles, con Pedro a la cabeza. Así, con sus actuaciones en la tierra, Cristo fue preparando y edificando su Iglesia. (#765)
Pero la Iglesia es un misterio, pues la Iglesia es a la vez realidad divina y realidad humana (#771 y 779). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a la Iglesia, con esa estructura que Cristo le dio, es Cristo mismo el que guía a su Iglesia.
Jesucristo guía su Iglesia a través del Espíritu Santo. El día de Pentecostés, cuando la Iglesia que Jesucristo había dejado fundada recibe el don del Espíritu Santo, se inició la predicación de la Buena Noticia de Jesucristo.
Los Apóstoles y discípulos del Señor fueron predicando y construyendo la Iglesia en todo el mundo, bajo la autoridad de San Pedro, siendo la cabeza visible San Pedro y la Cabeza Invisible Jesucristo.
Sin embargo la Iglesia no está libre de dificultades, sobre las cuales ya nos previno Jesucristo al dejarla fundada: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra (roca) edificaré mi Iglesia y el poder del Infierno no la derrotará”. La Iglesia ha estado sometida a muchas pruebas y ataques durante su peregrinar aquí en la tierra. Y así ha sido y seguirá siendo. Pero tenemos la seguridad del Señor de que el poder del Mal no podrá vencer a su Iglesia.
La Iglesia no es perfecta aún, pues se mezcla su realidad humana, pecadora, con su realidad divina. La Iglesia sólo será perfecta -nos dice el Catecismo #769- en la gloria del Cielo, cuando Cristo vuelva a establecer los Cielos nuevos y la tierra nueva: la Jerusalén Celestial.
Y, así, desde San Pedro, el primero en confesar la fe en Cristo, y San Pablo, el que predicó esa fe entre los que no pertenecían al pueblo de Israel, hasta hoy, la Iglesia de Jesucristo continúa. Y continuará … hasta que Cristo vuelva glorioso a establecer su Reinado definitivo para siempre.
Isabel Vidal de Tenreiro
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