En américa Latina y el Caribe (ALC), los Programas de Alimentación Escolar (PAE) alimentan a más de 85 millones de niñas, niños y adolescentes. Son una de las políticas sociales más efectivas para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de niñas y niños, que busca entre otras cosas, cambiar la realidad de las estadísticas actuales de malnutrición. Según los números oficiales del Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe – 2020, 1 de cada 10 niños menores de 5 años están en situación de desnutrición crónica y 4 de cada 10 niños y adolescentes, entre 5 a 19 años, tienen exceso de peso.
En ese contexto y según las últimas estimaciones generados por el Programa Mundial de Alimentos (2017), los países de la región movilizaron con los PAE 4.300 millones de USD, y varios países vienen promulgando leyes de alimentación escolar, convirtiendo estos programas en la red de protección social más relevante en la región.
Si a esto le sumamos que, según estimaciones recientes (2021) del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, a escala global, incluida América Latina y el Caribe, se desperdicia 17% de los alimentos, es decir 931 millones de toneladas, estamos ante un problema múltiple relacionado con la alimentación, que necesita propuestas creativas para intentar solucionarlo.
Algunos países fueron más allá en la búsqueda de mejores resultados en el marco del PAE, considerando no solo aspectos nutricionales y culturales en la definición de los menús, sino también asegurándose que la comida sea también sabrosa, lo que en definitiva marca la diferencia entre comer todo, una parte o nada del plato. En el marco del Día de la Gastronomía Sostenible – 18 de junio, promulgado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2016, queremos contarles sobre estas experiencias.
Es lo que propone el proyecto “Laboratorio Gastronómico” de la Junta de Auxilio Escolar – JUNAEB del Ministerio de Educación de Chile, para mejorar la ingesta y evitar los desperdicios de alimentos en los comedores escolares que el estado financia, bajo la premisa sencilla y de sentido común, de que “si la comida sana es sabrosa, los niños se la comerán con gusto”. De mano con reconocidos chefs, desde hace 4 años impulsan el Laboratorio que apoya la incorporación de técnicas de la gastronomía profesional a la preparación de los alimentos que son entregados a casi 2 millones de niños y niñas diariamente en las escuelas chilenas.
El resultado es que entre 2016 y 2020, los índices de aceptabilidad han subido un 10%, y la ingesta a nivel nacional, subió en más de un 22 %. Con esto, se calcula que más de 30.000 toneladas de alimentos al año, que antes terminaban en la basura, ahora lleguen -en forma de nutrientes- a los estómagos de los niños. Alimentos que representan un costo anual de USD 185 millones.
Resultados similares se han observado en Guatemala y Colombia, países que, con apoyo de la Organización de las Naciones unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO, se han sumado a este proyecto con la realización de intervenciones piloto, con resultados similares y potencialmente muy impactantes. Tanto en San Marcos, Guatemala como en Barranquilla, Colombia la aceptación de los niños y niñas por la alimentación escolar incrementó en 6% y 20% respectivamente, y los desperdicios bajaron considerablemente (en 1.3 y 87.6 gramos en promedio al día por niño/niña, respectivamente).
Es impresionante pensar en los posibles impactos en términos nutricionales, ambientales y económicos al asegurar que la comida ofrecida sea saludable pero también sabrosa a los más de 85.000.000 de niñas y niños que son atendidos en los PAE de nuestra región.
Un niño o niña que come sano, rico y con pertinencia cultural en el colegio, no va comprar comida barata y menos saludable en el camino de vuelta a su casa, y eso contribuye definitivamente al desarrollo deuna mejor salud y calidad de vida en el futuro.
Las evidencias demuestran que cuando se trata de alimentación de niñas y niños, asegurar el buen sabor a lo saludable es clave para evitar desperdicios y mejorar la ingesta de nutrientes. Y esto lleva a la alimentación escolar a otro nivel, donde los recursos públicos, que en tiempos de pandemia son más escasos aún, sean usados más eficientemente.
Dulclair Sternadt
Oficial de Asociaciones en América Latina y el Caribe de la FAO