Dedicado a la Dra. Yajaira Freites (IVIC).
El 22 de julio de 1922 parte con rumbo a Puerto Cabello el bachiller y agrimensor público Rafael Lozada, docente del Colegio La Esperanza o Federal Carora que procedía de Siquisique, Estado Lara. Lleva el encargo de los padres de familia de este Colegio de educación secundaria exclusivo para varones que dirigen el abogado Dr. Ramón Pompilio Oropeza y el médico Dr. Lucio Antonio Zubillaga, de tramitar en esta ciudad portuaria venezolana lo relativo a la adquisición de los gabinetes de Física, Química e Historia Natural a la Casa Fils y Emile Deyrolle, de París, Francia. Ahora bien, ¿por qué este país europeo fue el escogido en ese entonces por los caroreños?
Francia era por aquellos años faro indiscutible de la ciencia en el mundo, una tradición que hereda del positivismo de Auguste Comte, Littre, Renan, Luis Pasteur. La ciencia médica brilla en París y atrae al médico venezolano y caroreño Dr. José María Riera, asesinado en 1900, y al Dr. José Gregorio Hernández, la Física de la radioactividad está con los esposos Pierre y Marie Curie a la vanguardia mundial, el cubismo de Picasso y Braque tiene allí su nido, la extraordinaria novela En busca del tiempo perdido acaba de ser publicada por Proust. La moda en el vestir tiene por aquellos años meridiano francés. El país celebra su victoria sobre Alemania en la primera Guerra Mundial, conflicto armado que se creyó el último que sufriría la humanidad. Este culto país nos envía en 1913 los magníficos padres de la Congregación de La Salle que se instalan en Barquisimeto, pero que también comete los peores horrores colonialistas en Indochina y Argelia.
En Venezuela el Ministro de Instrucción del régimen del Benemérito General Juan Vicente Gómez era en ese entonces el Dr. Raúl González Rincones, quien aplaude la iniciativa de los padres de familia caroreños en el sentido de adquirir lo que hogaño llamamos laboratorios de experimentación para el Colegio que recién había sido reabierto, tras un cierre de 11 años, desde que lo clausura el Presidente General Cipriano Castro en 1900. Sorprende esta disposición de los particulares en brindarle ayuda a un plantel educacionista gubernamental. En la Venezuela del siglo XXI no se acostumbra tal cosa. Debemos entender que era una época anterior al aparecimiento de la súbita riqueza petrolera y el Estado no era entonces lo que Octavio Paz llama el “ogro filantrópico” de hoy. Adicional a ello debemos recordar que en la actualidad tales instrumentos educativos proceden de otras latitudes, no de la vieja Francia, esto es, Estados Unidos, Japón y más recientemente la República Popular China o de Taiwán.
Los laboratorios experimentales de marras llegaron en el barco a vapor francés La Navane y esperaban ser retirados en los galpones de la Aduana porteña. El bachiller Rafael Lozada, quien hizo el encargo “dio orden al Banco Mercantil de Caracas en Puerto Cabello, al cual vienen consignados los gabinetes, de remitir directamente a ese Ministerio de Instrucción los documentos requeridos para la obtención de la exclusión de los derechos aduaneros”.
La Casa Fils y Emile Deyrolle, que aún existe, fue fundada en 1831 por el abuelo de Emile, el naturalista Jean Bautiste Deyrolle en la Rue de la Monnaie de París, quien se la entrega a su hijo Achille hasta 1866, año cuando se la entrega a su vez a Emile, su hijo. Emile había fallecido en 1917 y era naturalista con especialidad en entomología (estudio de los insectos), un hábil vendedor de artículos para la enseñanza de la ciencia natural. Dominaba taxidermia, mineralogía, y amansó una gran colección de fósiles, especies vegetales, rocas. Era distribuidor exclusivo de microscopios y otros artefactos ópticos.
Esta prestigiosa Casa francesa edita, en la tradición de La Enciclopedia de Denis Diderot y D´Alembert, un hermoso libro ilustrado titulado Lección de cosas, que muchos hogares galos atesoran con esmero. Recoge grabados y láminas ilustradas de botánica, anatomía, industria, zoología, vida doméstica. Desde el siglo XIX tales dibujos han sido eficaz herramienta pedagógica, pero que siglos atrás, en el XVII, había creado el moravo Amos Comenius.
La Casa Emile Deyrolle nace con vocación pedagógica, pues proporcionaba a los amantes de la ciencia insectos y material de caza, animales disecados, creando planchas y cajones que son antecedentes de las láminas educativas de hoy. En el siglo XIX la Historia Natural está de moda gracias al positivismo y a Charles Darwin y Spencer, las sociedades de estudios naturales brotan por toda Europa, hacen pedidos a la Casa Deyrolle. Se ha convertido ella en un verdadero museo de historia natural y ha ido creando una verdadera Arca de Noé moderna: pájaros, cebras, osos, jirafas, leones, ciervos, y hasta elefantes. El Estado francés se hace cliente de esta prestigiosa Casa, que con su fama mundial llega a los oídos de los docentes y padres de familia de un Colegio para varones, ubicado en una pequeña ciudad del semiárido del occidente venezolano llamada Carora.
Pero veamos quiénes eran esos padres de familia que se reunieron para dotar de laboratorios de experimentación al Colegio Federal Carora en aquel ya lejano año de 1922, para la educación de un reducido número de alumnos varones y que excluía a la mujer:
Francisco de Asís Gil y Luisa Yépez, padres de Carlos; Dr. Francisco Seijas y Amalia Veracoechea, padres de Rafael, Dr. Rafael Alcalá y Angelina Yáñez, padres de Antonio; Francisco Gil y Luisa Yépez, padres de Carlos, Ramón Fidel Montesdeoca y Dolores Castillo, padres de Miguel Ángel; Rafael Montesdeoca y Felicita Rodríguez, padres de Rafael Tobías; Dr. José Luis Andrade y Sacramento Meléndez, padres de José Luis, Pedro Manuel Oviedo y Josefa López, padres de Humberto; Juan Mujica y Guadalupe Torres, padres de Juan Bautista y Servando; Flavio Herrera Oropeza y Leonor Gutiérrez, padres de Antonio, Isidoro Cordero y Bárbara Vásquez, padres de Juan Antonio; Eliseo Perera y Carmen Herrera, padres de Guillermo; Isidro Elíes y Eusebia Riera, padres de Miguel María; Pablo Querales y Angélica Mendoza, padres de Pedro Ramón; José Antonio Rojas y Rosario Rodríguez, padres de José Antonio; Elena Rojas, madre de Jesús Silvestre; Ramón Horacio Álvarez y Clemencia Perera, padres de Agustín Ramón; Jacobo Mármol Herrera y Leonor Curiel, padres de Jacobo; Manuel José Perera y Sara Meléndez, padres de Leopoldo; Rafael Herrera Oropeza y Luisa Gutiérrez , padres de Germán.
Estos alumnos estaban en segundo y tercer año del Curso General y las asignaturas que cursaban eran: Literatura Española y Composición, Elementos de Latín y Griego, Inglés, Geometría Elemental, Historia y Geografía Universales, Elementos de Mineralogía y Geología, Elementos de Física, Filosofía Elemental, Dibujo Lineal y a mano suelta, Botánica, Elementos de Zoología, Alemán, Dibujo Natural, Ciencias Físicas y Naturales, Química, Francés, Geografía de América, Álgebra Elemental Nociones de Trigonometría, Elementos de Cosmografía y Cronología, Elementos de Topografía y de Dibujo Topográfico.
En una breve mirada que hagamos de este plan de estudios, observaremos que a pesar de la introducción de las ciencias físicas y naturales en él todavía tenían un gran peso las llamadas humanidades y las lenguas muertas, Griego y Latín. Era una rémora de nuestro bachillerato de signo hispánico y que fue sustituido por el modelo francés, bajo los cuales se graduaban bachilleres en “ciencias filosóficas”. Todavía hace medio siglo, cuando quien escribe obtuvo el bachillerato en ciencias, se podían cursar en la especialidad de humanidades Griego y Latín. Hogaño han desaparecido estas lenguas de nuestros planes de estudio, y lo que es mucho más grave: la eliminación de Filosofía. La ciencia natural campea invicta en nuestros institutos de educación media del siglo XXI y mira con desdén y menosprecio a la filosofía.
Luis Eduardo Cortés Riera