Para que una salida negociada a la prolongada crisis sociopolítica en Venezuela sea creíble se debe partir preliminarmente de que exista disposición seria del régimen de ceder. Que no sea otra artera maniobra para asegurarse su permanencia en el poder como hasta ahora ha ocurrido.
Ante las mismas en una sociedad determinada confesionalmente suelen existir dos salidas: la pacífica y la violenta con una variedad de formas. Generalmente es algo que no depende de la buena voluntad o intenciones de los hombres sino de las condiciones objetivas reinantes que determinan la misma.
Nos encontramos ante un forcejeo de dos fuerzas en que una (el régimen) tiene la dominación jurídica, electoral, ideológica y de la violencia que ejerce sin escrúpulos. Mientras la otra (la oposición) cuenta con el apoyo de la ciudadanía, pero con la desventaja de la falta de una política y estrategia coherentes agravado por una dirigencia carente de asertividad sin dar pie en bola.
Un factor a considerar al aborda el tema es que estamos ante un nuevo y oprobioso sistema sociopolítico y no un transitorio gobierno de turno. Un modelo de sociedad inspirado ideológicamente en el estalinismo de izquierda enemigo de la libertad y democracia que sumió en la tragedia a la desaparecida URSS y países satélites, entre estos Cuba. Una mezcla de autoritarismo con marcadas tendencias totalitarias en marcha con un plan preconcebido de destrucción de las conquistas y avances alcanzados durante los 40 años de democracia liberal. Por ejemplo, el bolívar estable y envidiable a lo largo de ese período convertido en chatarra por el socialismo del siglo XXI que ha empobrecido a los venezolanos.
Ello más la novedad de dominación militarista en alianza con la seudo guerrilla, terrorismo, narcotráfico, hampa y poderosos intereses internacionales de países como Cuba, China, Irán, Rusia y Turquía interesados unos en los juegos de la geopolítica y otros en hacer jugosos negocios. Se trata de una fórmula de gobierno muy complicada no vista antes que con el poder de las armas se ha enroscado en el poder controlando todo a su favor. Se trata de una poderos alianza de perversas, crueles y parasitarias fuerzas a las que no les interesa el progreso de la nación.
Recordemos que en Panamá el general Manuel Antonio Noriega apenas estableció una alianza con el narcotráfico sin cambiar de raíz la esencia liberal de la sociedad panameña. En cambio, el actual régimen ha ido muy lejos logrando plenamente sus objetivos de establecer un nuevo proyecto de sociedad de corte totalitario en que poco cuenta el valor del trabajo para producir riqueza. Ello plantea la crucial interrogante de cómo cambiarlo por tener éste todo el dominio del juego, incluso aún fuera del poder.
Visto así, las fuerzas democráticas, encabezadas por Juan Guaidó, están atadas de pie y manos sin poder desplegar un plan de cambios radicales. Negociar otra vez se enmarca en la estrategia de tomar el poder desde adentro de forma gradual, como lo sostiene sin tapujos Henry Falcón.
Por supuesto que la salida ideal a un conflicto es la civilizada negociación en lugar de la violencia. Pero esto en el marco de posibilidades reales de un cambio sin engaños y vanas ilusiones pacifistas que terminen en la frustración para el pueblo venezolano. En esos términos el nuevo planteamiento de la oposición al país es el de un gobierno de “salvación nacional”. Tengamos presente que el mismo pasa por: renuncia de los causantes de la crisis, concesiones mutuas, alianzas, mayoría democrática, objetivos factibles y brindar estabilidad política.
Freddy Torrealba Z.
