«Lo importante de una familia no es vivir juntos sino estar unidos»
Para Juan Bimba todo lo vívido en socialismo, no es un proceso menos una revolución. El proceso social es otra cosa. Es una energía de vibración desconocida, casi alienígena, en donde todos estamos como moldeados en papel celofán con el agravante que lo visible y traslúcido del velo vivencial no es puro ni nítido mucho menos transparente, acaso trampa-rente.
Aún nos queda un mundo intimo donde hay más preguntas que respuestas, donde hay más esquinas oscuras y calles ciegas qué vías expeditas y caninos con ojos propios.
No sabe si crecer es en parte perderse en ese interior infinito o si la confusión es la base de un crecimiento realista (por aquello de que si no estás confundido no sabes lo que está pasando) lo que no lo hace por cierto menos inverosímil o sobre todo, cruel.
A sabiendas que los derechos civiles no son muy civilizados, la pregunta incómoda es si lo cruel es el precio de saber qué es verdad y como ella es capaz de cambiarlo todo y a todos. Es un Perogrullo decir que lo único constante es el cambio y que sin éste no hay permanencia; parece un contra sentido pero nada es menos permanente que los derechos civiles.
Juan es un practicante del cambio sin saber cómo demonios se hace eso. No hace falta estar al tanto de esa revuelta intima a la que comprende de revolucionaria para entender que son necesarios mirar de cerca los derechos civiles por incivilizados que sean. Cambiar al lado no oscuro de la moneda es capitalizar los resultados de tal conjetura con las viables consecuencias de un país en vías de civilización y no de un país tan incivilizado cómo nos lo brinda él fantoche revolucionario.
Bajo esa óptica, Juan es huésped aprendiz de si mismo. Es su parte alienígena propia. Su otra galaxia privada, su cosmos en las antípodas de sus limitaciones. Deja de ser uno solo para convertirse en todos. No lo habla con nadie porque poco podría ser mas inconveniente que haber nacido niche de pelo cerrado en un fangal comunistoide.
JB ha tomado como norte que una promesa para mañana vale menos que un esfuerzo para hoy. Ese mismo hecho le ha cambiado la vida al punto que lo que ayer era una convicción hoy es un asombro de rechazo total.
La mejor escuela para el asombro han sido las calles del barrio. Descubrió que muchas mujeres del vecindario se han incorporado el trueque carnal por carne para la familia de tantas bocas. Encontró que los nuevos indigentes le ganan a los perros en el in fight de la red de bolsas de basura las que rompen con mayor desesperación que los cánidos. Lo impresionó la deserción escolar y la pírrica enseñanza a distancia que solo alecciona en loa niños el distanciamiento del aprendizaje.
Notó que las empresas de la zona trabajan el 7 por 7 o sea 7 días en ruinas y 7 pelando. El asombro continúa intacto en un recorrido boquiabierto. La procesión va por dentro y por fuera va la corrupción, la viveza, el quítate tú pa’ ponerme yo, la ley del más vivo, los dólares, la iliquidez, la desaparición de los servicios públicos, la falta de transporte, los cortes de luz, los cortes de pata de la vecina, el problema recurrente del hambre, los bretes de mi rodilla enferma que ya perdió el engranaje firme. El intento de engranaje político para frenar la corrupción del gobierno dictatorial. El descontento del electorado que no engrana con ningún partido y todos, como Islas flotantes, van a la desbandada del naufragio inminente.
Es momento de volver al inicio, de empezar desde el final para tener principio. El ciclo de un proceso invisible cada vez es más necesario.
Tal vez JB en su interior descubrió que nada es mas democracia que el pensar con postura critica, con voluntad propia y libre albedrío.. A lo mejor es hoy alguien distinto. Se ha permitido ir a otros mundos de su propio ser alienígena. En pocas palabras, mientras más conoces tu parte alienígena, más cerca estás de ti mismo. Todo apunta a que vamos juntos con lo extraterreno pero cada vez menos revueltos con lo mundano.
Marcantonio Faillace Carreño