El premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez (6-3-1927 – 17-4-2014) sin duda es ampliamente conocido por su palabra escrita, por lo que muy poco cuenta su palabra oral al momento de un balance de su vida y obra.
A partir de 1948,a los 21 años de edad, debuta como periodista en el diario El Universal para iniciar su intenso trajinar por el lenguaje impreso en el periódico y el libro. En esos tiempos el inquieto y bohemio joven se nutría de las lecturas de los libros de: Kafka, Hemingway, Rulfo, Green, Joyce, Woolf y Faulkner con el peso condicionante de esa forma de comunicar. Sus maestros a quienes siempre agradeció y reconoció su formación literaria. Su primer cuento La tercera resignación se lo publica el diario El Espectador, pero eran los virginales balbuceos del genial escritor en ciernes.
Con sus escritos sacude al periodismo impreso colombiano al que entonces consideraba “muy frío”. Entonces le inyecta lo que él llamaba “calor caribe” con unos textos matizados por una pizca literaria. Entre los mismos figura la serie de reportajes Relato de un náufrago que le costó su salida al exterior acosado por la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla.
En cambio, su comunicación oral ocupa un lugar secundario. Al hecho de hablar en público de forma improvisada le huía como al diablo mismo. Ese no era su fuerte catalogándolo de horrible. Por lo que en una oportunidad fija posición al respecto en estos términos: “¿Qué carajo hago yo encaramado en esta percha de honor, yo que siempre he considerado los discursos como el más terrorífico de los compromisos humanos?” Es lo que tal vez explica sus pocas comparecencias ante la televisión y la radio.
Con todo, a los 16 años toma por primera vez la palabra hablada en el acto de graduación de bachiller en Zipaquirá. Se trata de un escrito breve que si acaso llega a las dos añejas cuartillas con el que se inaugura en estas lides. En el mismo alude a la inteligencia transformadora del hombre cuando apoyado en Cicerón declara a sus compañeros graduandos “ciudadanos de la inteligencia”. En uno de sus fragmentos deja en claro que no se propone desarrollar un discurso. De allí procede el título de la obra: Yo no vengo a decir un discurso
En su salvación la Editorial Mondadori publica en 2010 el libro “Yo no vengo a decir un discurso”. En el mismo se recogen varias de sus intervenciones públicas en las cuales hizo uso de la palabra hablada desde la tribuna de orador. Se trata de una experiencia inédita del ilustre escritor colombiano que desde luego hace de su contenido algo novedoso por conocer. En 22 capítulos la obra nos ofrece esta faceta de García Márquez en que develamos su otra palabra oculta.
Estos no son discursos improvisados sobre la marcha sino disertaciones previamente escritas. Ello confirma su temor permanente a hablar públicamente. Es indicativo de que se aseguraba de lo que iba a decir en sus intervenciones. Discursos para ser leídos en estilo conversado.
Esta es la oportunidad para empaparse del pensamiento de este intelectual colombiano. Los 22 textos permiten conocer al tribuno al igual que la reflexión y análisis de una variedad de temas algunos muy polémicos.
Entre otros tópicos tenemos el de la profesión del periodismo sobre lo cual formula polémicas y agudas observaciones a la formación que reciben en las universidades por el exceso de teoría y exigua práctica. Sostiene que un buen periodista lo hace “la creatividad y la práctica”. Define el periodismo como el mejor oficio del mundo y lo de hoy.
Sorprende que un hombre culto como García Márquez se declare un empírico en lugar de autodidacto de esta actividad humana. Pues un empírico niega el estudio mientras que el autodidacto lo cultiva. Por ende, es un periodista de oficio ampliamente capacitado para este quehacer. Ello dada su vasta formación cultural lograda con intensas lecturas. Es lo que lo convierte en un humanista conocedor de historia, arte y cultura humana. Es tanta su creencia en el estudio que crea una institución educativa para la formación teórica y académica de periodistas: la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano. Alguien con esas credenciales difícilmente se le puede considerar un empírico.
Es reiterada su referencia al libro y la poesía. García Márquez creía fervorosamente en el poder de ambos en la formación y felicidad del hombre. En consecuencia, siempre fue un lector insaciable incluyendo desde luego la poesía. Es así como al final del capítulo “Una naturaleza distinta en un mundo distinto al nuestro” nos invita al ejercicio de la lectura cuando llama a llevar siempre un libro en el morral.
Se constata el manejo versionado de un tema con creatividad en el periodismo y el ensayo. Nos referimos a la manera cómo escribió Cien años de soledad y el difícil proceso para el envío de las copias originales al editor en Argentina. Una vivencia relatada varias veces indistintamente, pero con sentido de actualidad que le confiere atractivo las veces en que nos hemos topado con la misma. La repetición hecha con arte por tratarse de una versión y no algo original.
En 1991 alertaba sobre la destrucción del medioambiente en el planeta con cifras precisas y una oportuna prognosis cuyos resultados hoy estamos viendo. Su preocupación además por el estallido de una guerra nuclear en la tierra donde hay un potencial de esa energía suficiente para arrasar con cuatro planetas del Sistema Solar.
Siempre resulta grato saber más sobre este genial escritor. Su lenguaje hablado también fue materia prima para hacer buena literatura y comunicarse con sus semejantes. El Gabo de la palabra oral en Yo no vengo a decir un discurso. Es para darse un banquete con su lectura.
Freddy Torrealba Z.