Una muchachita campesina, por allá, por el estado Yaracuy decía: ¿No es verdad que es mejor estar bueno y sano que enfermo? Esta perogrullada me persigue en estos días. Sufro la más antigua, endémica, consuetudinaria e incurable de las enfermedades: la ancianidad. Por supuesto y sus concomitantes: prurito, infección urinaria persistente, arritmia cardíaca, fibrilación auricular, agua en los pulmones, fiebre, náuseas, tos, inapetencia absoluta, desmadejamiento y ansias de eternidad. Porque si a uno no lo matan los males, lo matan los tratamientos.
Las partes corpórea que no me duelen son el cabello, las uñas y, cosa rara, la cabeza. Así y todo, siendo un carapacho de vieja, ¡estoy plena de vida! No es que quiera vivir, es que no sé por donde me agarrará la muerte. Pero eso nos es lo importante sino cómo tomamos y enfrentamos estos trances que forman parte de la maravillosa aventura de la vida.
He tratado, a pesar de mi mediocridad humana, de acordarme que soy criatura de Dios y cristiana. En momentos de apremio, enderezo mi ánimo, y mi pensamiento ofreciendo todo por la gloria de Dios, la conversión de los pecadores y el cese de la pandemia. He sentido el consuelo y la paz. Además, hago ofrecimientos más particulares por personas, situaciones o cosas. Han pasado los días burla burlando. Mis males comenzaron en diciembre y ya estamos más que mediando mayo, ¡cinco meses! Por supuesto he dejado de escribir, si lo he hecho es a través de un sobrino que me sirve de amanuense. Hoy, después de varias semanas, me he sentado frente a la computadora y aquí estoy tecleando. Resucito.
Demos gracias a Dios. He charlado mucho con Jesucristo en estos días, uniéndome a su Pasión, para completarla y consolarla. Le he hablado con mucha confianza de amiga a amigo: Mira, moriste joven, tu Padre te libró de experiencias terribles que vivimos tus hermanos, como los dolores del amor de concupiscencia y la vejez. Pero sobre todo, ¡qué suerte!, de algo que he ofrecido por darte un instante de alivio en tu inconmensurable sufrimiento: ¡la tremenda embestida del repetido y tenaz tratamiento endovenoso de antibióticos!
Alicia Álamo Bartolomé