En los últimos dos días, unas 8.000 personas han entrado a la ciudad española de Ceuta desde Marruecos, un flujo sin precedentes, la mayoría de las cuales cruzan a nado esquivando los rompeolas para llegar al enclave español en el norte de África.
La ola migratoria ha tensado las relaciones entre Marruecos y España y el presidente español Pedro Sánchez ha cancelado un viaje a París para ir a Ceuta, a donde España ha enviado refuerzos militares y de policía.
El Ministerio español del Interior dijo haber devuelto en torno a la mitad de los migrantes recién llegados, aunque muchos eran menores no acompañados, que según la ley española deben quedar bajo tutela de las autoridades.
Muchos tenderos mantuvieron sus comercios cerrados el miércoles, y las escuelas en la ciudad de 85.000 personas reportaron un descenso de asistencia del 60%.
Mientras Marruecos reinstauraba los controles de frontera tras dos días en los que permitió el paso, las autoridades aumentaron sus críticas a sus pares en Rabat.
“España esta sufriendo un desafío de un tercer país”, dijo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al parlamento español, al día siguiente de visitar Ceuta. “La falta de control por parte de Marruecos no es una falta de respeto hacia España, sino hacia la Unión Europea”.
La ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, también endureció el tono el miércoles y dijo por primera vez que España cree que Marruecos relajó su control fronterizo en represalia porque España prestó asistencia médica al líder del Frente Polisario, un movimiento de liberación del Sáhara Occidental, un territorio en disputa al sur de Marruecos.
“Lo que nos ha abierto las carnes es ver a niños, incluso bebés, siendo enviados por nuestro vecino (porque) rechazan un gesto humanitario nuestro», dijo González Laya a Radio Nacional.
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