La literatura y el cine permiten desarrollar la capacidad argumentativa y los modos de expresión oral y escrita de los abogados, porque ambos son estímulos para la imaginación. Abordar asuntos jurídicos desde la literatura ofrece una visión amplia, total y original del problema que se pretende examinar y resolver.
Esto es lo que ha destacado el joven profesor universitario Carlos Reverón Boulton en su libro Derechos humanos en la literatura y cine venezolano, que acaba de ser publicado bajo el sello de la Editorial Jurídica Venezolana, gracias al impulso de su director Allan Brewer-Carías. Tuve la oportunidad de leer cuidadosamente este trabajo porque me correspondió la grata tarea de escribir el prólogo.
En el año 2011 Carlos sufrió un accidente que le afectó la médula y quedó cuadripléjico, pero, por fortuna, se ha venido recuperando. Este hecho, lejos de amilanarlo, lo ha llenado de energía para continuar su trabajo jurídico y literario (es también poeta). Y es esto algo que debe ser destacado: superar los obstáculos, por difíciles que sean, para seguir adelante. Se trata de doblegar el síndrome de “los inacabados”, para decirlo con la expresión acuñada por el barloventeño Luis Correa en 1925. Con este síndrome me refiero a quienes comienzan un trabajo y no lo concluyen. “Salida de caballo y parada de burro” es una manera coloquial de expresarlo.
La lectura de Derechos humanos en la literatura y cine venezolano evidencia la importancia de la formación humanística en cualquier profesión, especialmente en el Derecho. Es una materia que ha destacado con lucidez Martha Nussbaum en varios libros de su vasta producción, como Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades y Justicia poética, por mencionar solo dos.
La literatura aproxima al jurista a complejos problemas humanos y jurídicos desde la perspectiva de la ficción, porque “hay verdades tan intolerables en la vida que justifican las mentiras. Es decir, las ficciones; es decir, la literatura”, como lo proclama Mario Vargas Llosa en su ensayo “La verdad de las mentiras”. Los recursos literarios permiten presentar situaciones reales con una habilidad narrativa que le ofrecen al lector la posibilidad de aceptar su verosimilitud para extraer los elementos jurídicos que contienen y así reflexionar sobre la relación que hay entre ellos.
El libro de Carlos Reverón Boulton consta, además de la introducción y las conclusiones, de tres capítulos. El primero referido a los derechos humanos; el segundo relaciona el Derecho con la literatura y el cine; y en el tercero examina dos obras literarias: La muerte de Honorio de Miguel Otero Silva y Patria o Muerte de Alberto Barrera Tyszka; y dos películas venezolanas: Disparen a matar y Azul y no tan rosa. Estas han sido seleccionadas por el autor para examinar los temas de derechos humanos y constitucionales que estas obras artísticas plantean.
Es oportuno destacar que las diferencias discursivas entre la literatura y el Derecho son sustanciales. En primer lugar, el discurso jurídico es formalista y dogmático; en este el espacio para la imaginación está limitado, pues el jurista codifica la realidad. El discurso literario, al contrario, se ampara en la imaginación y la creatividad. En segundo lugar, el mundo jurídico se basa en conductas concretas de las personas a quienes se les atribuyen derechos y deberes. En cambio, la literatura cultiva la ambigüedad de sus personajes. Por ejemplo, Papá Goriot, el personaje de Balzac, puede ser un débil ante las ambiciones de sus hijas, o, más bien, un padre generoso y desprendido, según el punto de vista desde el que se le mire. Por el contrario, un código pretende regular todas las hipótesis probables de la conducta humana con posibles consecuencias jurídicas.
A los textos literarios es posible extraerles los elementos jurídicos que contienen para reflexionar sobre la relación que hay entre ellos. En El mercader de Venecia de Shakespeare, se pueden encontrar elementos para estudiar el complejo tema de interpretación de los contratos. El proceso de Kafka permite estudiar los enredos que ocasionan las visiones formalistas y burocráticas del Derecho. De Doña Bárbara, de nuestro Rómulo Gallegos, se puede estudiar el asunto de los linderos que se conectan con temas como los juicios de deslinde y la acción reivindicatoria. Por eso, una manera didáctica de enseñar el Derecho puede ser a través de la literatura, pues hay una conexión entre ellos más estrecha de lo que parece a primera vista.
Especial mención merece Don Quijote, cuya lectura es una invitación “al ejercicio de una facultad humana sin par, al ejercicio de la libertad”, para decirlo con palabras de Pedro Salinas en su ensayo titulado “Lo que debemos a don Quijote”.
En efecto, el Caballero de la Triste Figura (como lo denominó Sancho) y su escudero son personajes que representan el espíritu libre: uno busca aventuras basadas en sus códigos morales caballerescos y el otro busca un beneficio económico con su trabajo, la esperanza de ser gobernador de una ínsula para saciar una ambición.
Don Quijote y Sancho son hombres distintos pero libres, y cada cual se lanza a las aventuras impulsado por su libertad de elegir. Así lo expone don Quijote en uno de los mensajes cervantinos más citados: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (II, Capítulo 58).
La literatura es, entonces, de gran valor para aproximarse a obras jurídicas a partir de la ficción que ofrece la imaginación narrativa y el arte cinematográfico. Asimismo, la lectura de buenas obras literarias mejora el lenguaje y la capacidad expresiva. Exigir conocimientos básicos de literatura a jueces y abogados haría enorme bien al sistema de administración de justicia. Por eso la importancia del libro de Carlos Reverón Boulton como aporte a la bibliografía venezolana sobre un tema que cada día despierta más interés.
La comunidad jurídica venezolana encontrará en Derechos humanos en la literatura y cine venezolano una obra relevante que le despertará curiosidades y responderá inquietudes. Un libro que será reconocido, como se merece, como la contribución de un joven jurista venezolano comprometido con los más elevados valores académicos.
Ramón Escovar León