Madre querida, mi mamá, doquiera que estés, deseo que estés feliz y en unión a papá, te extraño, te extraño mucho, extraño tu presencia física, aunque siempre siento tu presencia espiritual, añoro tu fuerte carácter que guio mis pasos, añoro tu bondad, tu lucha por la unión familiar, tus enseñanzas…
A todas las madres, a las abuelas, y muy especialmente a mi hermana Altair…
EL REGRESO A LA MADRE
Cuando falte a mis hombros, madre mía, la fuerza;
cuando cerca del surco donde me siembren llegue;
cuando ya hasta el más leve remolino me tuerza
y hasta el peso del alma me doblegue…
tu recuerdo, ese fardo de diamante,
seguirá siempre firme sobre mis hombros muertos,
¡porque en todas mis penas Amor es un gigante
y el cariño es un Hércules con los brazos abiertos!
Cada vez que a mi paso los humanos
dolores arrojaron su venablo ofensivo,
se interpuso veloz, sobre tus manos,
tu corazón, como un escudo vivo.
¡Qué mal me han hecho, madre, otros afectos!,
me llenaron los brazos de goces imperfectos;
cada boca de amante fue lengua ponzoñosa;
una fue mi ladrona y otra fue mi asesina;
yo les di de lo mío mucho más de la rosa,
¡pero ellas no pasaron más allá de la espina!
Lejos de ti, mil veces
busqué en ajenos labios el manantial de vida;
el amor que me dieron lo devolví con creces
y por tantas heridas no devolví una herida.
Y fue porque no supe que en ti estaba la blanca
fuente, el cauce divino,
el afluente de amores cuyo origen arranca
del hueco de las manos que Dios tiende al Destino.
Vuelvo a ti. Ya no quiero
sino el raudal templado del amor verdadero.
No más aquel tumulto
de pasión transitoria, de falaces querellas,
que ante tu amor perenne tienen baldón de insulto,
¡como un escopetazo lanzado a las estrellas!
Y encuentro en tu cariño más goce y más regalo;
él es la luz que nunca se refracta en el prisma…
Si Cristo fuera malo,
su madre, más humana, fuera siempre la misma.
Todas son una sola, para el dolor desnudas:
es una policéfala encarnación de diosa;
son iguales la madre de Cristo y la de Judas
¡porque ambas están hechas de pulpa milagrosa!
Madre: Como la tierra, generoso y eterno,
guarda tu vientre vivas sementeras;
arrecien los dolores en cada nuevo invierno…
tú los devolverás en primaveras.
Madre: en este coloquio feliz de mi regreso
dos cielos bendigamos:
la Patria, donde nuestro corazón está preso;
la Madre, que es la patria que primero habitamos.
Y déjame dormir sobre tu traje,
sobre tu vientre, escena de mi primera aurora,
para soñar que voy por un ramaje
donde se oculta un nido con un pichón que llora…
Andrés Eloy Blanco.
¡Feliz día a las damas que disfrutan la dicha de ser abuela!… ¡Feliz día a las damas que saben ser y disfrutan ser madres! Feliz día a quienes corrigen y a quienes tapan travesuras; a quienes han tenido el privilegio de cobijar al hijo en su pecho y a quien ha tenido las manos que han tejido sus mantas y escarpines…
Como decía mi padre, Epifanio Pérez Pérez, a las damas que poseen el cáliz sagrado que en metamorfosis divina ha transformado al amor en vida; a quienes siguen los preceptos enseñados por la Santísima Virgen María, como Madre de Dios y Madre nuestra, a quienes sufren calladamente los dolores de sus hijos y alivian sus penas con sus caricias y con sus oraciones; a aquellas madres y abuelas que se desvelan rezando en noches interminables pidiendo al Todopoderoso por el buen retorno del hijo amado; a aquellas que donan su bienestar por la salud, felicidad o comprensión del hijo rebelde, y a quienes felizmente oyen cuando sus muchachos se expresan diciendo…
¡Bendición… Ma!
¡Bendición… Abu!
Feliz Día a las Madres porque… ¡Todos los días son el día de la Madre!
Maximiliano Pérez Apóstol