La beatificación de José Gregorio Hernández coincide con un momento muy duro para la sociedad venezolana. El ejemplo de ese médico santo, sabio y solidario debería inspirarnos en los grandes retos de la hora.
Un país empobrecido dramáticamente. Institucionalidad precaria en la que la mayoría no confía. Ilegalidad y violencia. Economía con años retrocediendo. Mala alimentación y en los niños, desnutrición. Servicios de salud en muy malas condiciones, pese al esfuerzo titánico de sus profesionales, técnicos y trabajadores. Un país en crisis al que le toca enfrentar la pandemia mundial en muy malas condiciones que ahora se agravan a consecuencia de ella.
Llega a Venezuela, David Beasley, Director General del Programa de Alimentos de la ONU y anuncia que ante el aumento de los casos de desnutrición infantil, podrá hacer llegar alimentos para 185.000 escolares para fines de año. ¿Cómo llegó el nuestro a ser uno de los cuatro países con mayor inseguridad alimentaria del planeta? Es tema que nos toca resolver a nosotros. Pero aunque sea para una proporción pequeña de nuestros niños, la ayuda es bienvenida y se agradece. Lo que más se repite es el deseo de que no se pierda en los oscuros rincones de la corrupción.
Nuestra proporción de médicos y trabajadores sanitarios contagiados o fallecidos por Covid es alarmante. Mientras tanto, Chile y Uruguay destacan ampliamente en población vacunada y Venezuela está en el último lugar. Demagogia y propaganda apartes, no hay excusa para que nuestro acceso al COVAX demore, para rechazar el plan de Fedecámaras, no atender a la Academia Nacional de Medicina o vetar tal o cual vacuna cuando los contagios y muertes ascienden. Es la vida de millones de venezolanos la que está en juego.
Hace poco, casi setecientas organizaciones de la sociedad civil protestan juntas una decisión absurda que implica persecución a los voluntarios de la solidaridad, defensores de derechos humanos en distintos órdenes o apoyos en el ejercicio pacífico de la ciudadanía por parte de nuestro pueblo.
Vuelvo al comienzo. La catolicidad celebra a un venezolano ejemplar cuya figura trasciende a las creencias y es un símbolo de las mejores virtudes de este pueblo. José Gregorio el médico de los pobres por antonomasia, fue estudioso, modesto, servicial. Su sabiduría que era mucha, la puso a la orden de los demás, generosamente. El suyo fue un cristianismo auténtico, sentido y vivido.
Que en esta hora de desencuentros, José Gregorio nos una en causas de sincera confluencia. No porque desaparezcan entre nosotros diferencias que no son pequeñas ni superficiales, sino porque la vida vale más que todas ellas. No hay esfuerzo que sobre. No hay indiferencia que valga.
Ramón Guillermo Aveledo