Este año cumplí 40 y me di cuenta de algo. Mantener una conversa con amigos en esta etapa de la vida, es muy parecido a viajar en una buseta y escuchar: “¡Una gente linda que me dé los buenos días!… ¿Buenos días?… Hoy les traigo unos ricos y suculentos caramelos…”. En pocas palabras, ya sabes cómo termina la charla.
Así pasa en las conversas a partir de esta edad. Te encuentras con un amigo al cual tienes tiempo sin ver, se ponen al día con las últimas novedades y tu amigo pasa a contarte una anécdota. La cuestión es que esa anécdota ya te la ha contado mil veces y no lo recuerda. Igual se lanza a echártela: “Como la vez que acampé en la playa y se nos apareció un platillo volador…”. Tú lo escuchas mientras piensas: “Ahí va con el cuento que me ha echado mil veces, ¿será que lo interrumpo y le digo? Mejor no, qué pena”. Y para no cortarle la nota, empiezas a actuar interesado, poniendo caras de asombro, como si jamás hubieses oído el cuento.
Termina de echar su historia y entonces te toca contar la tuya. No sabes si quizás ya se la hayas contado, aunque para mantener el disimulo, sigues adelante sin saber si tu amigo te está jugando la misma carta de fingir demencia. Entonces terminas la anécdota y, en honor a la confianza que hay entre ustedes, te sinceras y le dices: “Ya te conté esto, ¿verdad?”. Y entonces tu amigo te dice: “Es como la cuarta vez que me echas el cuento”.
De ahí en adelante, la conversa avanza como si entre los dos leyeran un menú:
-Es como el cuento de la vez que llegué al aeropuerto y se me había quedado el pasaporte.
-Ah, sí… me acuerdo. O como la vez que un primo nos invitó a comer en un hotel y puso toda la cuenta a nombre de unos huéspedes de una habitación.
-¡Ja, ja!… ¡Sí, que tú mamá luego los castigó! O como el cuento de Queso Amarillo, ¿te acuerdas?
-¿Cómo olvidar al ilustre Queso Amarillo?
Otra variante de lo anterior ocurre también cuando padres y tíos llegan a una reunión y comienzan a echar su repertorio de cuentos estrellas: “¿No se saben el cuento del Fantasma How are you?”. En ese momento, quienes ya han escuchado el cuento mil veces aprovechan para ir al baño, buscar otra bebida o integrarse a otro grupo de la fiesta. Aunque secretamente se ven entre ellos volteando los ojos para arriba. Clave familiar ultra secreta para indicar “Oootra vez los cuentos de mi papá”.
No obstante, hacemos una advertencia importante para todo aquel mayor de cuarenta que desee contar una anécdota de su pasado: No lo haga frente a veinteañeros. Cada una de sus “proezas” será tan valorada como un celular sin batería y además deberá terminarla diciendo: “Pero entiendan que hacer eso en mi época era todo un escándalo”.
Por ello, toda persona mayor de cuarenta debe ponerse la difícil misión de siempre vivir experiencias para así tener cuentos nuevos. Si usted es de derecha, métase en una marcha de izquierda. Si es vegetariano, vaya a comer carne. Y si es venezolano, como yo, no haga nada. Ya con emigrar o seguir en Venezuela tiene mucho para contar. Confíe en mí y ponga estos consejos en práctica. Si no, le terminará pasando como cuando uno viaja en una buseta y escucha a ese vendedor que se monta diciendo: “¡Una gente linda que me dé los buenos días!”. ¿Nunca les ha pasado?… ¿O ya usé ese ejemplo?
Reuben Morales