Con la austeridad de un monje, la vocación de procurar el bien ajeno y la sapiencia de un hombre de ciencia, José Gregorio Hernández se ganó el afecto de aquellos que lo llamaron “el médico de los pobres” en Venezuela. Luego de su muerte en 1919 se convirtió en un ícono religioso al que millones de devotos piden que se le rinda culto.
Hernández, que falleció atropellado a las 54 años, será beatificado el viernes tras casi 72 años de esfuerzos de la iglesia católica venezolana para que fuese declarado santo.
La beatificación “no cambia en nada… Para mí siempre fue santo”, dijo a The Associated Press Odalis Josefina Vargas, de 53 años, quien como otros millones de venezolanos veneran al también médico que trató y dio medicamentos gratuitos a los más pobres. Vargas tiene la imagen de Hernández en un altar en su casa y lo mantiene iluminado con bombillos verdes, salvo durante los frecuentes apagones que azotan al país.
Cuando el papa Juan Pablo II visitó Venezuela en 1996 recibió una petición firmada por cinco millones de personas, casi uno de cada cuatro venezolanos, pidiendo que declarase santo a Hernández y oficializara su culto.
Hernández, nacido el 26 de octubre de 1864, pensaba que la ciencia era un medio para sacar para sacar al país de la miseria. “Creía que la medicina era un sacerdocio del dolor humano”, decía el doctor venezolano Luis Razetti, un médico, académico y amigo del próximo beato. Fundó dos instituciones de investigación y varias cátedras de Medicina en la Universidad Central de Venezuela, la más antigua y la más grande del país.
Hernández nunca se casó. Graduado de médico en Caracas en 1888, viajó a Europa para estudiar y convertirse en monje católico, pero su frágil salud no le permitió soportar el clima frío y húmedo. Retornó a Venezuela pocos meses después para recuperarse y aunque posteriormente volvió a viajar a ese continente, nuevamente enfermó. Al volver a casa lo hizo cargado de equipos y conocimientos médicos avanzados.
El 29 de junio de 1919 fue atropellado cuando cruzaba una calle después de retirar unos medicamentos en una farmacia para llevarlos a una anciana pobre. Falleció a causa de un impacto que sufrió en la cabeza con el borde de una acera. Se estima que unas 20.000 personas participaron en su procesión fúnebre, cerca de una cuarta parte de la entonces población de Caracas.
En 1986, el Vaticano declaró a Hernández “venerable”, lo que significa que llevó una vida cristiana ejemplar, pero para lograr la beatificación y luego la santidad, equipos de médicos, teólogos y cardenales deben aprobar dos milagros que se le atribuyen. El caso que impulsó la beatificación fue el de la niña Yaxury Solorzano, quien quedó gravemente herida tras recibir un disparo en la cabeza y logró recuperarse por completo en un milagro que es atribuido a Hernández, informó entonces la Arquidiócesis de Caracas.
En junio de 2020, el papa Francisco firmó el decreto para la beatificación.
Sus restos –que reposan desde 1975 en la iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria de Caracas– fueron exhumados el 26 de octubre pasado. Allí era habitual ver radiografías y ofrendas que los fieles llevaban para agradecer la sanación.
Su culto se ha extendido además a países como España, Portugal, Italia, Colombia y otras naciones a las que llegó por intermedio de inmigrantes que vivieron en Venezuela en momentos de grandes tribulaciones como las dos guerras mundiales; así como varios conflictos armados y severas crisis económicas en la región. “Es algo impresionante. Con el éxodo de venezolanos y el retorno a sus lugares de origen de personas que vivieron en nuestro país, se ha extendido su conocimiento y devoción”, dijo el cardenal Baltazar Porras.
Hernández será el primer laico venezolano beatificado. Las otras tres son mujeres miembros de órdenes religiosas. Cuando en 1995 fue beatificada la primera de ellas, la Madre María de San José, una gran mayoría fue sorprendida con el anuncio puesto que jamás habían escuchado su nombre. Esto causó malestar en algunos y avivó el reclamo que se considerase otorgar a Hernández ese honor.