Los recientes acontecimientos políticos registrados en Cuba confirman el famoso dicho del conde de Lampedusa “cambiar algo para que todo siga igual”. O también el compromiso histórico en que nada cambia, muy propio de regímenes dictatoriales como el de Cuba de inspiración estalinista.
El retiro del máximo líder Raúl Castro es más de una crónica anunciada, tras más de sesenta años de mandato único y tiránico junto a su hermano Fidel. Pues en lo sucesivo Castro mantendrá una posición de bajo perfil siéndole consultados las decisiones y asuntos estratégicos del país. Un hecho que colide con la concepción guevarista del líder y cuadro revolucionario con capacidad plena para decidir por su cuenta y no esperar que otro se lo diga.
El socialismo hace de los pueblos entes metafísicos donde casi nunca ocurre algo nuevo y cuando sucede se sabe por anticipado. En consecuencia, la asunción de Miguel Díaz Canel a la primera secretaria del PCC tampoco constituye una sorpresa. Se trata de un acontecimiento más en la línea de la continuidad de una sociedad cerrada como la cubana por causa de la ideología marxista leninista. No es otra cosa que un simple cambio de guardia en los mandos del poder transcurridos sesenta y dos años de la dictadura de los hermanos Castro y el PC.
Ese es un mundo dominado por el inamovible dogma que caracteriza a la reaccionaria ideología comunista. Por ello en un país socialista como Cuba siempre se sabe con anticipación lo que ocurrirá en el futuro inmediato o mediato. La sorpresa y nuevo son la excepción. Con el agravante de que si hay cambios nunca son hacia adelante sino hacia atrás como sucedía durante la Edad Media sumida en el atraso.
Un solo hecho es suficiente para ilustrar el pavoroso subdesarrollo a que el socialismo ha sometido a Cuba. Cuando Fidel Castro se hace del poder en enero de 1959 la isla producía más de 10 millones de toneladas de caña de azúcar al año. Sesenta años después apenas produce 3 pese al esfuerzo hecho por el Estado para modificar esa realidad aunado a la millonaria ayuda financiera aportada por la desaparecida Unión Soviética. Es la mejor prueba del fracaso histórico del socialismo.
Por esa causa hoy cuba atraviesa por otra crisis económica. En el país caribeña escasean la gasolina alimentos y medicinas entre otros bienes y servicios. En los últimos 21 años han logrado salir a flote gracias a la colaboración del régimen venezolano con su socialismo del siglo XXI.
Pero por debajo de cuerda Cuba viene regresando a la economía capitalista ante la inviabilidad de la planificación socialista con el Estado a la cabeza. Por supuesto que una verdad como esa no la pueden admitir abiertamente sus dirigentes. Por eso no es casual permitir a estas alturas del juego formas de economía privada a manera de alivio para la población.
Se confirma otra vez que el socialismo es un fracaso en lo económico. Todo lo contrario del capitalismo capaz de producir a gran escala para el bienestar del hombre más la ventaja de la libertad.
La revolución cubana es muy buena para hacer política, pero pésima en economía. Es algo consustancial a la concepción estatista del modelo de sociedad en que el hombre nuevo es una quimera en lugar de un agente transformador de la realidad.
De una ciencia social como la historia el hombre puede aprender de los errores del pasado. Precisamente una de las enseñanzas del socialismo es su estrepitoso fracaso. Ello pese al maquillajes impuestos por una izquierda dogmática incapaz de entender los cambios y lo que en política y economía no debe hacerse.
Freddy Torrealba Z.