La oposición democrática venezolana se debate entre posiciones que lucen antagónicas y excluyentes. Por una parte, tenemos a quienes basándose en principios cívicos rígidos e inatacables, niegan toda posibilidad de participar en elecciones hasta tanto no haya condiciones amparadas plenamente por el marco legal vigente. Por otro lado, están quienes, aferrados a principios prácticos de una lógica también blindada, asumen que la única manera de enfrentar la dictadura es en el territorio electoral, donde somos fuertes ya que no hemos tenido éxito en todo el espectro de manifestaciones violentas que hemos dado.
Por ello es difícil tomar preferencia por una u otra posición, ambas parten de la buena fe y ambas son expresión de un sentimiento nacionalista profundo. Ante esta disyuntiva estrujante el ánimo nos lleva a la neutralidad, pero esta condición se convierte de manera automática en inercia y abandono, por ello debemos acudir a inteligencias cimeras para que nos auxilien y nos den luces en mitad del agobio. Valga por ello en este entrecruce de senderos apelar a lo dicho por Don Miguel de Unamuno en los prolegómenos de la guerra civil española, cuando él pensaba que se podía evitar. No soy neutral, soy alterutral, estoy con ambos para buscar la manera de unirlos por España. La cita para nada es textual, pero recoge con nitidez el propósito del rector eterno.
En esta posición alterutral estamos muchos en el Frente Amplio respecto a la posibilidad de participar en unas elecciones. En abono a quienes mantienen una negativa extrema debemos decir que en verdad con las actuales condiciones seria un desatino político y moral participar. En beneficio de quienes apuestan por participar tenemos que admitir que sin elecciones los partidos políticos morirán definitivamente y jamás podremos mostrar la mayoría que somos en rechazo frontal al régimen. Entonces queda buscar el punto medio, el punto más difícil porque como en filosofía como en la guerra este es el punto de la sabiduría desde el cual la claridad de pensamiento alza vuelo sobre las emociones.
En una auténtica democracia este ejercicio de acomodo sería inútil, pues es la ley de la materia electoral y su aplicación la que marca el norte para la consecución de un proceso comicial legítimo, válido. Pero nos conseguimos que en el país se ha sustituido el régimen de legalidad por uno de arbitrariedad que se caracteriza por desechar el mandato jurídico que deviene de la ley, por la orden caprichosa que satisface los perversos intereses del régimen. Sin embargo, estamos en una disyuntiva y debemos buscar una acción alternativa entre posiciones extrema de las fuerzas de la oposición democrática. La conjunción adversativa restrictiva utilizada por Unamuno en la cual creemos que le dice por igual a las dos corrientes de la política española de su época “no soy esto sino aquello”, nos muestra un camino.
La senda por la que debe transitar la sociedad civil es estar consciente de que intentamos entendernos con gente que de manera reiterada ha violado la ley de en materia electoral y ha utilizado los procesos de negociación para ganar tiempo, por ello han de imponerse condiciones indispensables para acceder a legitimar un proceso electoral, las cuales son irrenunciables: un Consejo Nacional Electoral que garantice su imparcialidad y pueda controlar los desmanes del oficialismo; un padrón electoral veraz que incluya el voto en el exterior; una integración de las mesas electorales en donde haya representación de las fuerzas políticas de la oposición; y una poderosa observación internacional.
Esto debemos debatirlo y al tener conclusiones toca lo más grave, ver que disposición tiene el régimen de aceptarlos. Si accede iríamos todos unidos a elecciones. Si el régimen se niega, entonces todos unidos iríamos nuevamente a la calle, aunque sea en solitario para echar el resto, aunque muramos en el intento.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez