En la gran mayoría de los Centros de Detención Preventiva de Venezuela existe una gran cantidad de enfermedades que ponen en jaque la vida de los privados de libertad. Las ONG del país aseguran que existe un hacinamiento del 325%.
“Solo le dan comida una vez al día y una tetica de azúcar para que puedan aguantar el hambre”, así describió Zulay Pereira la situación alimenticia que viven los privados de libertad en algunas comandancia policiales del estado Lara.
La mujer, de piel tostada por el inclemente sol, contó a Elimpulso.com que debe buscar dólares, venderlos para poder comprar alimentos, y así llevar comida cada 15 días a su hijo que tiene tres años detenido.
“Con lo poquito que gana mi esposo más los dólares que consigo compro la comida y se la llevo a mi hijo cada 15 días. Sin saber si se la van a dar o se la pueda comer porque no permiten la entrega de productos sino la comida lista y eso a los dos días se puede poner mala. Es un calvario tanto para el que está adentro como para los familiares”, reveló Pereira mientras se secaba el sudor con un paño que seguro se trajo de su vivienda ubicada en Carora, municipio Torres del estado Lara.
Según la ONG una Ventana a la Libertad uno de los grandes problemas que existe en los Centros de Detención Preventiva (CDP), mayormente calabozos policiales, es que se mantienen abarrotados durante años cuando la estadía no debería pasar las 48 horas mientras son procesados. Agregan que el 30% de los funcionarios policiales del país se encuentran cuidando presos cuando su labor debería ser proteger a la ciudadanía.
«Lamentablemente en Venezuela, en los últimos años, los Centros de Detención Preventiva se han convertido en las nuevas cárceles del país, en lugares permanentes a pesar que no reúnen los requisitos que debería tener una cárcel. No hay servicio de alimentación, la comida se las tienen que llevar los propios familiares y tampoco hay atención médica”, aseveró Carlos Nieto Palma, coordinador general de una Ventana a la Libertad.
Infecciones y contagios latente
Además de la alimentación y el hacinamiento, la insalubridad en estos calabozos policiales es un tema de preocupación para todo aquel que tiene un familiar privado de libertad, aún más, cuando el país atraviesa por la segunda ola de contagios debido a la pandemia del coronavirus.
Francisco Zambrano, periodista del portal web Runrunes, indicó que Carolina Girón, directora del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), aseguró que en los calabozos venezolanos hay tuberculosis, escabiosis, VIH/sida, hepatitis, salmonella, hipertensión, mujeres con enfermedades ginecológicas y ahora COVID-19.
“También se ven enfermedades circulatorias de los miembros inferiores, porque la gente pasa mucho tiempo de pie debido a que no hay espacio para todo el mundo”, expresó Girón quien además agregó que en 2020, 119 detenidos murieron en los Centros de Detención Preventiva , 59 de ellos por enfermedades.
La especialista señaló que 130 contagios en centros de detención preventiva, de los cuales 88 corresponden a Nueva Esparta, 26 a Miranda, 9 a Táchira, 5 a Barinas y 5 a Lara.
Esta información la corrobora María Arriechi. Aunque no quiso señalar el sitio de reclusión donde se encuentra su hijo por temor a represalias, la mujer señaló que su progenitor sufrió una fuerte migraña que le provocó trastornos en los ojos y en el oído derecho debido a las condiciones en las que se encuentra en calabozo donde está detenido.
“Tuve que hacer la petición por la fiscalía número 15 para que enviaran un médico y pudiera atenderlo porque mi hijo se estaba volviendo loco. Hay muchas personas en una misma celda y se pueden contagiar unos a los otros de cualquier enfermedad”, advirtió Arrichi sin precisar el número de hacinamiento que existe en el calabozo.
Una situación similar le ocurrió también al hijo de Neyda Rivero. La madre señaló a Elimpulso.com que el detenido no solo debe luchar con las condiciones de insalubridad y malos tratos sino con una severa gastritis.
“Nosotros somos del campo, de Santa Inés, municipio Urdaneta, y a veces se nos hace difícil trasladarnos por la escasez de gasolina, pero como sea le hacemos llegar el tratamiento a mi hijo que sufre de gastritis. Esta enfermedad la agarró allí porque le dan comida una sola vez al día y no tienen hora específica”, reveló Rivero.
Alerta penitenciaria
Los centros de reclusión en el país no cuentan con un presupuesto, tampoco existen comedores ni mucho menos personal. Esta situación ha provocado 2.691 huelgas de hambre y 554 de sangre en los calabozos del país, según cifras aportadas por el Observatorio Venezolano de Prisiones.
Por otra parte, agregan que la gran cantidad de personas en estos sitios tan estrechos hace que todo sea deplorable. Los detenidos no pueden extenderse en el piso para dormir y muchos no cuentan con ni siquiera un baño. Para hacer sus necesidades deben usar bolsas.
“Maritza”, esposa de un hombre detenido en el Centro de Coordinación Especial de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), Zona 7, Boleita en Caracas, reveló que la gran mayoría de los internos duermen en “aéreas”, hamacas o sabanas que son guindadas en los enrejados de los techos en los calabozos.
“No todos pueden dormir allí. Solo el que puede guindarse. Por lo menos mi esposo es alto y lo puede hacer, pero a veces le toca esperar algún espacio disponible, sino le toca dormir parado”, expresó “Maritza”.
En un audiovisual llamado “Hambre e insalubridad: la pandemia eterna de los presos en Venezuela”, realizado por periodistas de seis medios de comunicación del país: El Impulso (Lara), La Mañana (Falcón), El Tiempo (Anzoátegui), Runrun.es (Caracas), Tal Cual (Caracas) y Yaracuy al Día (Yaracuy), señalan que 80,95% de 273 centros monitoreados en 19 estados de Venezuela presentaron problemas de aglomeración en recintos que deben albergar un máximo de 7.457 personas, pero el año pasado se contabilizaron 24.218, lo que representa un hacinamiento del 325%.
Destacan que uno de los centros donde esta situación es más palpable es en la Comandancia General de Policías de San Felipe, estado Yaracuy, con capacidad para 80 detenidos y hay 700.
“Hay unos que duermen parados, otros sentados. En un solo cuartico hay entre 100 o 200 personas. ¿Cómo puede dormir una persona ahí?. Y ahí mismo hacen sus necesidades y las guardan en una bolsa, junto al lugar donde también hacen comida, hasta que pase el aseo por ellas. Incluso, hasta pueden matar a alguien ¿Y quién habla? Nadie, todo se queda calladito ”, aseveró el familiar de un preso que se encuentra recluido en esa comandancia.