De las peores secuelas de las últimas dos décadas es el extravío del sentido de lo común nacional, la pérdida de la noción de destino compartido de que somos un solo pueblo. Con dramatismo se nota en los casos de la vacuna contra el Covid-19 y la situación en la frontera apureña con Colombia. Recuperarlo es un reto nacional.
Uno de los síntomas de ese preocupante pasivo venezolano es la desconfianza radical ante las noticias, dependiendo de la fuente o de nuestra afinidad o no con el emisor. Cada vez son más escasas las informaciones objetivas con responsable apego a la verdad. El resultado es la confusión que puede ser paralizante. Con relación a la pandemia, las medidas para enfrentarla y la posibilidad de acceso masivo a las vacunas recibimos versiones contradictorias. Lo ocurrido en el pueblo apureño de La Victoria está también nublado de propaganda y contrapropaganda.
Tengo opinión conocida acerca de la causa principal de este problema, pero hoy priorizo lo que creo el deber que la realidad impone. Por razones humanitarias.
Que hay un grave repunte del Covid-19 en esta segunda ola lo sabemos y lo sentimos. La vacunación debe quedar fuera de toda controversia. Sin 70% de la población vacunada no habrá inmunidad de rebaño. Unidad nacional para eso. Apoyo a fondo al sector sanitario público y privado. A éste, tratarlo como el aliado indispensable que es y no como sospechoso sometido a regulaciones injustas o inviables. Respaldo a esfuerzos como los de Fedecámaras. Acudir sin reservas al conocimiento de nuestras universidades. Como en otros países, empeñar la capacidad militar en esa tarea.
En cuanto a Apure, recurriendo a medios internacionales encontraremos en la rusa RT una repetición bien redactada de la versión oficial venezolana y en El Tiempo de Bogotá, el diario más leído de ese país, la línea informativa refleja la del gobierno colombiano. Pero Radio France 24 y CNN en Español ponen el acento en los efectos de la violencia en el desplazamiento de venezolanos hacia Colombia y la alemana DW en el desbordamiento del conflicto del país vecino hacia acá.
El problema no es nuevo, pero es inocultable su agravamiento hasta niveles escandalosos. Venezuela debe ejercer y hacer respetar su soberanía hasta el último confín, sólo así puede garantizar la seguridad y los derechos humanos a sus habitantes. Jamás lo contrario. Que miles de personas huyan por miedo ¡hacia Colombia! Lo que quiere decir que es en nuestro territorio que se sienten más amenazados. Esa realidad nos habla de una crisis que no admite indiferencia. Y qué ¡OJO! No puede ser “aprovechada” para escalar la insensatez.
La pandemia está aquí, vivimos en medio de ella. El pueblo apureño está lejos, pero es Venezuela. A todos nos afecta que se esparza la enfermedad o la violencia.
Las diferencias que existen no tienen por qué ser acentuadas artificialmente por interés parcial o sectarismo, ni menos justificar la exclusión o la discriminación. La defensa de la vida convoca la unidad nacional por encima de todo. Hay grados distintos pero absolutamente nadie puede decir que la responsabilidad no es suya. Somos un solo pueblo.
Ramón Guillermo Aveledo