«Hombres qué salís al suelo,
por una cuna de hielo
y por un sepulcro entráis,
ved cómo representáis…»
Calderón
(El gran teatro del mundo)
«Existen sólo dos posibilidades: o estamos solos, o no lo estamos; ambas, son aterradoras.
Arthur C. Clarke
Ensoñar una novela es cómo interpretar en otra dimensión un personaje involuntariamente. Hacerse cautivo de quien lo escribe y transformarse en otro él. De las pocas prácticas de abordaje que no necesariamente es invasiva. Esto también le recuerda al finado señor Bernal quien siempre pensó que la acción contamina y nos obliga a traicionarnos cuando no la precede el pensamiento claro, quien tiene como finalidad impedir que como en todas las causas, ésta no soportase la prueba de la acción.
También le recordó de qué le serviría la educación si no le permitiera entender la inevitabilidad de los cambios. Cuánto menos fatigoso es aceptar lo imprevisto.
Pensó-soñó que, no obstante, aún la naturalidad puede fingirse; a veces la máscara disimula bien los gestos de un rostro que no existe fuera o bajo de ella; probablemente su cortesía no era sino la aliada natural de su ingenuidad.
De pie llegó a la memoria la belleza de su hija Catalina. El pelo liso y castaño sobre el cuello largo, los ojos duros y líquidos, una mirada temblorosa, una doble burbuja de vidrio, amarillos como los del padre, menos acostumbrados a fingir, reproducidos en ese cuerpo esbelto y lleno, en los labios húmedos y entreabiertos, en los pechos altos y apretados, duros y suaves de una consistencia alternada entre el desamparo y el rencor.
La muchacha tomó del brazo a su padre camino al refectorio. Sólo en el comedor, una gran araña de vidrio cortado iluminó el mobiliario de caoba y la tela cuarteada de un bodegón donde brillaban los barros y las frutas incendiadas del Trópico.
Los ojos de ella le devolvían ese extraño mensaje de dura fatalidad al ser que de esa forma, silenciosa y sonriente empezaba hacerla suya; extrañada de la fortaleza con que sucumbía, del poder de su debilidad. Y ahora de la inscripción de la mujer surgían los argumentos que el viejo había imaginado, medido y desechado por inútiles.
Antes, he visto el día apagarse tras los ventanales escuchando el rumor piadoso de las cortinas y me entretengo escogiendo los olores que el viento nos trae de bosques otoñales, hojas quemadas, ciruelos maduros, tópicos podridos, salinas duras, piñas abiertas con un tajo de machete, tabaco tendido a la sombra, humo de locomotoras, olas de mares abiertos, pinos cubiertos de nieve, ¿Cuánto favor trae y lleva ese movimiento eterno?
Tú cerraras los ojos consciente de que tus párpados no son opacos, que eliminan el detalle de la visión; Cerrarás los ojos y el mundo exterior no competirá con tu visión imaginativa. Cerrarán los párpados y la luz inmóvil, invariable. repetida del sol detrás de éstos creará otro mundo en movimiento.
Y sin embargo podrás cerrar los ojos e inventar una ceguera pasajera pero no podrás cerrar tus oídos, ni simular una sordera ficticia o superar el sabor de ti mismo escogiendo una muerte parcial.
Pero en medio del sueño, la fibra nerviosa que conduce el impulso de la luz, no conecta con la zona de la visión; escucharás el color cómo gustarás los tactos, tocarás el ruido, verás los olores, olerás el gusto, alargarás los brazos para no caer en los pozos del caos.
Alargarás los brazos y detrás de los ojos cerrados verás los colores de tu mente, y por fin sentirás sin ver el origen del tacto qué escuchas; localizarás mentalmente, con un gran esfuerzo los lugares que advierten la sed y el hambre, el sudor y el escalofrío.
El mundo no será simple, no podrás conocerlo en la pasividad dejando que las cosas te sucedan; deberás pensar para que la asociación de peligros no te devore, imaginar para que la pura adivinanza no te niegue desear, para que el tejido de lo incierto no te devore y puedas sobrevivir algo mas.
Reconocerás a los demás y dejarás que ellos te reconozcan; sabrás que te opondrás a cada individuo porque cada individuo será un obstáculo para alcanzar las metas de tu deseo y desearás cómo quieres que tu deseo y el objeto deseado fuese la misma cosa. Soñaras en el cumplimiento inmediato, en la identificación sin separaciones del deseo y lo deseado; reposarás con los ojos cerrados, pero no dejarás de ver, no dejarás de desear;
Al final te das cuenta. La memoria, es el deseo satisfecho; sobrevive con la memoria, antes que sea demasiado tarde, antes que el caos te impida recordar.
Marcantonio Faillace Carreño