La premeditación de la muerte es premeditación de la Libertad
Montaigne (ensayos)
…Creerás en tus días con los ojos cerrados… Artemio Cruz
Carlos Fuentes
Una cosa es leer un libro otra cosa muy distinta es soñarlo. Al cerrar los ojos y colocar mi sueño sobre la almohada bien podría ser yo esté viejo con las facciones partidas por los cuadros del vidrio.
El pecho me sigue dormido con el mismo hormigueo sentido, cuando pasaba mucho tiempo acomodado en la butaca de un cine. Mientras el cuerpo se disuelve en esta fuga de nervios y escamas, de celdas y glóbulos dispersos, corriendo el sudor por la frente. Cierro de nuevo los ojos y solicito que mi cara y mi anatomía sean devueltas.
Padilla, Gloria, Lorenzo, Teresa, Catalina, Lilian, todos envueltos en una nube difusa, en una penumbra, con mis ojos viendo hacia delante, porque no saben adivinar el pasado y con ese buen ojo que tengo para las chicas bonitas, aunque la edad me condene a imaginar las cosas, más que a hacerlas.
Cuentas que solo un viejo de 71 años si mantuvo la compostura y te sentirás orgullo de ti mismo, sin demostrarlo, pensando que has hecho tantas cosas cobardes, que el valor te resulta fácil.
Quisiera recordar otras cosas pero sobre todo quisiera olvidar el estado en que me encuentro. Enciendo un cigarrillo a pesar de la advertencia del médico. Vendrán otros médicos y pronunciarán palabras difíciles y tú querrás imaginarte a ti mismo como un odre vacío y arrugado.
Repetirás a Padilla los pasos que integraron tu riqueza: para reencontrar tus haberes, los verás en el muro de tu despacho que muestra la extensión de tus negocios manejados: el periódico, los bienes y raíces, los domos de azufre en Jáltipan, las minas de Hidalgo, las concesiones madereras en la Tarahumaras, la participación en la cadena de hoteles, la fábrica de tubos, el comercio del pescado, las financieras de financieras, la red de operaciones bursátiles, las representaciones legales de compañías norteamericanas, la administración del empréstito Ferrocarrilero, la acciones en empresas extranjeras de colorante, acero, detergente, y un dato qué no aparece en el cuadro: 15 millones de dólares depositados en bancos de Zúrich, Londres y Nueva York.
No sabrás cuales datos pasarán a tu biografía y cuáles serán callados, escondidos. El destino te perseguira con un olfato de lebrel y te encontrará mientras recordarás la mitad que dejas atrás; bostezas, cierras los ojos de Artemio Cruz, tú creerás en tus días con los ojos cerrados.
Regreso a la cama y me envuelvo en los cobertores fijando la mirada en el cielo raso donde se esparce un abanico de luces fugaces: la lentejuela de la sombra de los castaños.
Recuerdo a Padilla aconsejándole el lugar de antojitos nuevos con quesadillas de flor, de queso, de huitlacoche, que estaba a la vuelta de la esquina en la Avenida 5 de mayo y la fastidiosa conversación de marxismo en la que hizo la tesis sobre la plusvalía.
La mano de Catalina me acaricia. Que no se mueva su lengua.. qué inútil, ya no tiene que decir; que no se permita el ocio de la explicación. Teresa parece decir en su cara que no quiere que sufra demasiado. Ay Padilla, todo lo sabes, tengo que pagarte bien, te heredo mi reputación y te siento despedirme con todo el rigor de una advertencia. Trataré de poner buen semblante, debe haber algo más interesante al alcance de unos ojos entrecerrados que ven las cosas por última vez.
Me dicen que soy, ahora, nunca que fui, nadie trata de explicar nada antes de que sea demasiado tarde.
Miras a tu alrededor y te parecen intolerable la incompetencia, la miseria, la suciedad, la gula, la desnudez de este país que nada tiene o que lo tiene todo sin saberlo.
Has encontrado en lo negro, el germen, el reflejo de su opuesto. Sabes que todo extremo contiene su propia oposición, la crueldad la ternura, la cobardía el valor, la vida la muerte; de alguna manera sabes esto y por eso nunca te podrás parecer a los que no lo saben. En este punto, es mucho más cómodo decir aquí está el bien y aquí está el mal. Y si bien no puede designarse el mal, no queremos que se pierda esa zona intermedia, entre la luz y la sombra, esa zona donde puede encontrarse el perdón.
Tú mismo impedirás el olvido, tú valor será gemelo de tú cobardía, tú odio habrá nacido de tú amor… ¿cómo podrás negar que cada una de tus afirmaciones se negara, cue cada una de tus negaciones se afirmará?. Y si serás una cosa y no la otra, será porque a pesar de todo tendrás que elegir.
¿Quién vivirá en esa separación, quién vivirá en ese silencio? nunca escucharás las palabras de los otros, tendrás que vivirlas. Cerrados los ojos, deberás darle crédito a la noche y aceptarla sin verla, creerla sin reconocerla, como si fuera la noche, el Dios de todos tus días.
Marcantonio Faillace Carreño