Este sábado las fuerzas de seguridad birmanas mataron a casi 100 personas en la brutal represión de las protestas contra la junta militar, según han expuesto medios de comunicación que hablan de hasta más de 90 fallecidos, la mayor cifra diaria desde el golpe de Estado del Ejército del pasado 1 de febrero.
De acuerdo con el recuento del medio Myanmar Now,que cifra en 91 las víctimas mortales, las muertes ocurrieron durante manifestaciones celebradas en unas cuarenta ciudades en regiones y estados como Rangún, Mandalay, Sagaing, Bago, Magwe, Tanintharyi y Kachin.
La cifra total de víctimas mortales desde la asonada, que ayer ascendía al menos a 328, superaría ya las 400.
Mientras el Ejército celebra con un desfile en la capital el Día de las Fuerzas Armadas, miles de birmanos volvieron a desafiar la represión de la junta militar golpista.
En un video captado por una cámara de seguridad y difundido por redes sociales, los soldados disparan sin haber sido provocados contra una motocicleta en un lugar donde no había protestas y se llevan a uno de sus ocupantes herido, mientras otros dos huyen corriendo.
En otro vídeo, un padre grita desconsolado que han matado a su hijo pequeño mientras lo lleva en brazos dentro de un coche.
Los soldados y la policía han cumplido con la amenaza que la víspera emitió la televisión y radio estatales, en las que advirtieron que dispararían a los manifestantes por la espalda y en la cabeza.
Esta mañana el jefe golpista de la junta militar, Min Aung Hlaing, presidió el desfile en la capital, Naipyidó, para conmemorar el Día de la Fuerzas Armadas, aunque muchos manifestantes hablan del “día contra la dictadura militar”.
Según el medio Asia Nikkei, Rusia, China, India, Pakistán, Bangladesh, Vietnam, Laos y Tailandia enviaron a representantes al desfile castrense.
Sin embargo, la gran mayoría de los países han boicoteado el evento e incluso algunas embajadas, incluida la española, han sustituido la foto de portada de sus páginas en Facebook por el color negro en señal de duelo.
Los militares tomaron el poder con la excusa de un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre, en los que arrasó el partido de la líder depuesta y nobel de la paz, Aung San Suu Kyi, y que fueron declarados legítimos por los observadores internacionales.