Está claro para el mundo entero que la situación de Venezuela es insostenible. Es decir que el régimen no puede, ni debe continuar. El cese a la usurpación es el paso fundamental para iniciar la tarea de la reconstrucción nacional.
Repetiremos hasta el cansancio que no será posible resolver ninguno de los problemas que afectan la vida del ciudadano común en las circunstancias actuales. Lo dramático es que las soluciones existen con ideas, planes y proyectos y también la gente preparada y capaz para ejecutarlos. En consecuencia no podemos perder tiempo con desviaciones estimuladas por el régimen que contribuyen a la desviación opositora del objetivo señalado.
No se trata de mantener los espacios que tenemos. Ni siquiera de ampliarlos por lo que el electoralismo, la candidaturitis aguda de unos cuantos o el terco empeño hacia el diálogo o la negociación están fuera de orden en este momento. Todo el esfuerzo y la búsqueda de la unidad necesaria deben mantener con claridad el primer gran objetivo de la lucha. La salida de Maduro.
Es posible a muy corto plazo si mantenemos con claridad y firmeza nuestra posición. Quienes no la compartan deben mantenerse al margen. No molestar o, en caso extremo, quitarse la careta y sumarse a un oficialismo que hace aguas.
La Comunidad Internacional sigue de cerca cuanto ocurre en Venezuela. Está a la espera de un gran movimiento de rebeldía interna como vía hacia la liberación nacional. En especial los países del vecindario y más concretamente Colombia, Brasil y Estados Unidos. Unos seis millones de venezolanos migrando son un claro reflejo del rechazo al régimen usurpador y con la Consulta Popular realizada en diciembre el pueblo nos dio una orden clara, inequívoca, que nos obliga a trabajar en consecuencia para ejecutar el mandato recibido.
En esta etapa el régimen está profundizando el uso de la fuerza, la represión abierta y encubierta incluso dentro de sus propias filas en las cuales día a día se multiplican las disidencias. Todo al margen de la ley y de la Constitución. Esta gente mató el Derecho hace rato y, en definitiva, no es exagerado calificar de terroristas a los integrantes de la cúpula madurista.
El terrorismo no es una ideología. Tampoco una organización. Se trata de una herramienta criminal usada por gobernantes en algunos casos, pero también por movimientos políticos de distinto signo. Por supuesto es el instrumento fundamental de organizaciones delictivas como las mafiosas tradicionales o las del macro y micro narcotráfico. Buscan mantener un clima de miedo y represión. Frente a todo ello debemos aferrarnos a nuestros principios y valores en defensa de la democracia y de todo lo que significa la vida en libertad.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz
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