El barroco
El barroco, un verdadero complejo cultural hispanoamericano que aún nos alcanza hasta los días que corren, lo estudié con los mexicanos Carlos Fuentes (El espejo enterrado):arte de la abundancia, basado sobre la necesidad y el deseo; un arte de proliferaciones fundado en la inseguridad, llenando rápidamente todos los vacíos de nuestra historia personal y social después de la Conquista con cualquier cosa que encontrase a la mano, y Octavio Paz (Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe: Y es que sufrimos aún los efectos del Concilio de Trento, escribe Paz. El barroco se pone al servicio de las dos ortodoxias, la del Estado y la Iglesia Católica. La teología es la máscara de la política en los años de la Contrarreforma y su brazo militar, los sacerdotes jesuitas, a quienes Octavio Paz llama “bolcheviques de la Iglesia.”
El tema de la muerte se halla obsesivamente presente en la mentalidad barroca. “Recuerda que vas a morir”. Una negación del mundo en el retiro religioso, tensión entre cuerpo y alma, la fe y la duda, la sensualidad y la conciencia de la muerte, el instante y la eternidad, una mentalidad que observé como se manifiesta de manera obsesiva entre los cófrades caroreños.
El anacronismo
El anacronismo, como uno de los más graves, o el más grave de todos los pecados que pueda cometer el historiador al modernizar el pasado, me fue advertido por el historiador francés fundador de la Escuela de los Anales Lucien Febvre, quien sostiene con verdadera pasión que el ateísmo no era posible a los seres humanos del siglo XVI, puesto que ellos no tenían el “utillaje mental” necesario para llegar a la incredulidad, proceso que debió esperar a la Ilustración y al positivismo. Su libro, escrito bajo la ocupación alemana de Francia: El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais(1942), estuvo de forma permanente en mi pensamiento al investigar y redactar mi Tesis Doctoral. Su sentencia: “el siglo XVI es un siglo que quiere creer”, palpitaba de continuo en mi cerebro. Sobre el anacronismo consúltese mi ensayo dedicado a Eric Hobsbawn en sus 90 años Ocho pecados capitales del historiador(2007) en Google, y que el Dr. Reinaldo Rojas tuvo la gentileza de publicar en la Revista de Ciencias Sociales de la Región Centroccidental de Venezuela.
El hombre ante la muerte
Hubo escritores y obras que conociendo su gran utilidad para escribir mi Tesis Doctoral no tuve a mi alcance en 2002-2003 (los días del golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez y el subsiguiente paro petrolero) cuando redacté mi Tesis Doctoral. Uno de ellos es el portentoso libro El hombre ante la muerte, de Philippe Ariés. Le pedí al doctor Reinaldo Rojas, mi excelente tutor, que me trajera un ejemplar de Europa, pero en vista de que mi trabajo estaba ya adelantado me aconseja dejarlo para otra oportunidad. A pesar de ello pude por mis propios medios adelantar lo que llamé la “muerte barroca”, horror y fascinación ante el fin de la vida entre los fieles y numerosísimos católicos de una ciudad venezolana que como Carora, ha sido llamada con propiedad “Ciudad levítica de Venezuela”.
La endogamia caroreña
Es un rasgo muy particular entre los patricios o godos de Carora las uniones matrimoniales entre miembros de este reducido estrato social dominante de arraigo peninsular y canario, una doce de familias que han ejercido una verdadera hegemonía ideológica y cultural en términos gramscianos. Es una clase social que se asemeja a una casta y que aún pervive en el tercer milenio, compuesta por los apellidos Álvarez, Riera, Oropeza, Gutiérrez, Zubillaga, González, Perera, Herrera, Meléndez, Montes de Oca, Silva, Yépez, Aguinagalde. En nuestra investigación hemos descubierto que es un fenómeno tardío, pues da comienzo a fines del siglo XVIII, pero que se consolida en el turbulento siglo XIX. Lo otro es que tal endogamia no es un fenómeno exclusivamente económico social, sino que tiene un componente religioso al cual poco se la ha dado atención, las dispensas matrimoniales.
Y fue la Iglesia Católica caroreña pródiga y generosa en el otorgamiento de estas licencias matrimoniales que ayudaron a conformar este estrato social cerrado y excluyente, “una aristocracia, dice Mariano Picón Salas, celosa de su comarca y de su cultivo espiritual”. Los Libros de Dispensas desaparecieron del Archivo de la Diócesis de Carora, pero logramos reconstruir el proceso endogámico valiéndonos de los libros de las cofradías, sobre todo la del Santísimo Sacramento, fundada en 1585. Tenemos ante nosotros una ciudad “cerrada, huraña y esquiva”, tal como la llamó Juan Carmona a principios del siglo XX.
III. La investigación empírica
Mi investigación se centra fundamentalmente en dos repositorios de la ciudad de Carora: El Archivo de la Diócesis de Carora, y el Archivo de la Parroquia de la Iglesia de San Juan Bautista de Carora. Son los lugares de la memoria de esta antigua ciudad del semiárido del occidente larense venezolano. Allí observé la impronta del historiador caroreño Ambrosio Perera, quien desde allí construye su monumental Historial genealógico de familias caroreñas (1933). Fui recibido de manera muy cordial por el Obispo Eduardo Herrera Riera, amigo de mi padre Expedito Cortés. El presbítero Alberto Álvarez, Canciller de la Diócesis, me dio muy buena información sobre su abuelo, rector fundador del Colegio La Esperanza o Federal Carora en 1890, y ahora me ayuda una vez más al abrirme las puertas de tan extraordinario archivo eclesiástico. Le quedo eternamente agradecido.
Dr. Luis Eduardo Cortés Riera
Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Fundación Buría, Barquisimeto.