Sacerdotes larenses sobresalieron en la política nacional

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Un barquisimetano y un cabudareño sobresalieron con su accionar desde sus curules en el Congreso de la República en dos épocas de encendido escenario político.

Es muy poco conocido que, desde la República hasta inicios del siglo XX, representantes de la iglesia católica tuvieron honda participación en las lides políticas y como resultado, ocuparon escaños en aquella instancia parlamentaria.

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La revisión de la participación de los sacerdotes en los congresos que tuvieron lugar desde 1811 en adelante, pasando por el mal llamado Congresillo de Cariaco, es aún tema de estudio, pese a las limitaciones existentes con la fuente disponible.

El historiador Manuel Alberto Donis, apunta que “Desde temprano el estamento eclesiástico tomó parte de los eventos posteriores al 19 de abril de 1810”.

Las Memorias del Congreso Republicano, atestiguan que en las juntas conformadas en las diferentes provincias de Venezuela, había por lo menos una sotana.

Palacio Legislativo de Caracas

En Barinas, Trujillo y Mérida, la presencia de los curas fue significativa. En el caso de esta última provincia, de sus nueve miembros (vocales), seis eran clérigos, escenario que nos habla de unos miembros de la iglesia comprometidos con una causa, en este caso, el gobierno de la Junta Central defensora de los derechos de Fernando VII.

El investigador larense Reinaldo Rojas, asegura que resultaba paradójico que aun cuando defendían los derechos del rey de España, vicario de Dios en la tierra, ellos, (los sacerdotes) aprobaron el desalojo del máximo funcionario del monarca: el capitán general don Vicente Emparan.

Una vez convocado el Congreso Constituyente de 1811, en su conformación no faltaron los hombres de iglesia, sumando nueve en total, número demostrativo en aquel evento histórico.

En1817, en el Congreso de Cariaco, “que ha pasado a la historia como Congresillo” que para Donis es “la reivindicación del poder civil y de la Confederación de1811 sobre el poder uniformado imperante”, el sacerdote José Cortez de Madariaga tuvo un concurso relevante.

Desde el Congreso de Angostura en 1819, pasando por el Congreso de Cúcuta de 1821,los sacerdotes sumaron una importante representación y su voz un asidero trascendental para las políticas de entonces.

Dos larenses en el Congreso

Contagiado por el ambiente político dado su carácter justiciero, el presbítero José Macario Yépez, nacido en Barquisimeto el 23 abril de 1799, quien luego fuera recordado por su plegaria a la Divina Pastora, identificado con la causa Conservadora, decidió participar en el Congreso Nacional como diputado en el periodo 1841-1844, siendo vicepresidente de la Cámara de Representantes entre1842-1843.

Padre José Macario Yépez

Más tarde fue senador en representación de Barquisimeto en 1846. Según las Memorias del Congreso, “el padre Yépez era un legislador de exaltado discurso en defensa de los intereses de su pueblo y de la iglesia”.

En la cámara baja, el encendido verbo del padre Yépez, resonó en defensa del general José Antonio Páez, quien estaba siendo condenado al destierro.

Otro larense que figuró como diputado por la Provincia de Barquisimeto, será José Antonio Ponte, quien con el transcurrir de los años será el VI arzobispo de Venezuela.

José Antonio Ponte (Arzobispo de Caracas)

Ponte nació en Cabudare el 16 de junio de 1832. En el Seminario de Caracas, formó su personalidad consecuente con las causas justas y de los más necesitados en un escenario marcado por el horror de la Guerra de Independencia.

En julio de 1858, con tan solo 26 años, lo conseguimos en Valencia como diputado a esa representación nacional, en donde retumbó con su elocuente oratoria en referencia de las preocupaciones de la época.

Allí estuvo defendiendo los derechos de la Iglesia. Representaba al grupo conservador, ya que los liberales propugnaban un movimiento laicista que planteaba la supeditación de la iglesia frente al Estado, cita la historiadora Yolanda Aris en su biografía sobre el prelado cabudareño.

Fermín Toro, diputado en ese congreso escribe sobre Ponte: “Por lo demás, se le vio siempre aconsejando la moderación, i llevando a los ánimos exaltados deseos de conciliación benévolas”.

En1869, encontramos al sacerdote cabudareño en el senado de la República y sentado en el sillón de esa presidencia.

Y como de costumbre, “su voz resonó no como el eco de pomposas declamaciones del tribuno que halaga a las multitudes; mendiga aplausos para satisfacer exigencias del interés, de la vanidad o del orgullo, sino como la suave; dulce del filósofo cristiano que enuncia las verdades políticas, sociales, con sencillez, naturalidad; en ese tono persuasivo que lleva la convicción a la inteligencia misma de los contrarios”.

Como diputado, Ponte condenó las luchas fratricidas, y “Ejercía siempre las influencias del bien a favor de los perseguidos de los desgraciados”.

En el congreso fue un político prudente y dueño de una habilidad diplomática envidiable, “de carácter humilde ”que a su propio juicio, “cultivada en la casa de Dios”.

Luis Alberto Perozo Padua

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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