«Más vale ser ciego de los ojos que del corazón»
Anónimo
«El camino sin ojos,
siempre te observa»
Manón
La noche fría nos hace pensar en el calor de la mañana y el calor de la mañana me hace desear la noche fría. Desear es riesgoso en un país donde se desconoce el presente como una ruta, a no ser en pretérito y donde el futuro viable es un enigma columbrado, borroso, donde no se vale visibilidad.
El señor X, siempre en minúsculas, jamás se le dio aquello de visionario, mucho más en estos días en que sólo sabe de insomnio, de hambre, de pobreza, de tristeza, de muerte, bastaba ver a su lado en el catre vacío, la sombra de su mujer que había desaparecido por las pandemias.
El dolor del alma no le sustituye el dolor del cuerpo, lo agranda, mucho menos el dolor del hambre. Vivir se ha convertido para don X en una lenta y larga desaparición con los ojos abiertos, aunque en el barrio de nada te valen los ojos pelados, porque cualquiera te los arranca por un celular o un par de zapatos, o por quitarme ésta paja.
Últimamente ha venido pensando que dios es un chantajista y la religión su coartada. Lo que es indudable es que el diablo está tanto en el gobierno como en la gente, y en sus necesidades insatisfechas, y los demonios pululan como huestes al servicio de la tiranía
Los demonios propios de Don x también absorben los sentimientos y pensamientos de los que no saben cómo enfrentar la situación de mengua, cómo enfrentar la ineficiencia, en pocas palabras, cómo enfrentar la vida cuando se carece de una.
Tal vez pase algo, se decía con un desgano que lo atropella cada vez mas. La calle de la vida de Don x esta sin agua, sin luz, sin recursos, y nada de lo que ruge en el vientre es buen consejero. Sin embargo todos los días se para del catre con una fe renovada, con el ánimo de que puede pasar algo mejor, que la vida no se acaba porque unos facinerosos la dirijan ineficazmente, que la vida es algo que está incluso por encima de lo humano y su escasa humanidad.
Con ese sentir efímero se va a la compra de la miseria que le permite su sueldo, acaso un poco de fruta y verduras y con un poco de suerte, algo de proteína. Así es la vida del pobre, todo una torta sin azúcar, todo una melcocha que no endulza.
Medita en la palabra que más le rima con la situación crisis, pero la crisis, había leído en un panfleto comunista chino, tiene dos connotaciones: peligro y oportunidad y le queda claro que en toda crisis existen dos visiones y coexisten ambas posibilidades.
Mientras caminaba de vuelta a casa concluyó que no hace falta esperar a estar mal y estar en crisis para iniciar un cambio y si no somos capaces de ver ahora las señales de peligro y declararnos en crisis, luego será tarde para rectificar.
No hace falta ser un genio para entender que la oportunidad permite elevar nuestra conciencia y abrazar una causa común que nos compete a todos, Al fin y al cabo somos una sola humanidad y quizás un problema común de tal magnitud pueda lograr lo que ningún maestro o religión han podido hacer: unirnos a todos. Es un problema de higiene poblacional y menta de higiene económica, en 2 palabras, de calidad de vida.
Pero la gente y la calle siguen ciegos todos vamos derecho al redil, al matadero de la revolución y hay una voz que no se escucha, la voz del pueblo, y esa voz debe traducirse en elecciones libres y limpias con reglas de juego claras y un árbitro Imparcial.
El día pasa sin nada nuevo. Todo lo nuevo quedó atrás, todos lo de atrás quedó adelante.
De nuevo cae la tarde con un sol vencido, con su brillo opaco y su preludio a las sombras de las sobras. Don x no se rinde. Le toca la hora de relajarse, la hora de la radio y la música del Dj Alf Morales, esa que sin convenciones pero con mucha convicción, acaba con el ambiente radicado, con el malestar del hambre, con el bombillo que se quemó, con la alacena vacía, con los hijos cansados de tanta nada, en fin, con la opresión del entorno y su insuficiencia.
La música lo lleva lejos donde nace un paraíso indeformable, un planeta en el que todo es posible y las sombras se convierten en las luces de un mañana próspero. Esa hora universal le devuelve mucho de lo perdido, lo vuelve a ser un hombre; en el fondo, todo hombre que no sueña, deja de serlo.
En un sueño insomne, la noche fría le recuerda el calor de la mañana y el calor de la mañana le envuelve en la calle ciega de una existencia que no conjuga la palabra vida. La noche lo arropa con su cuento sombrío y las sombras son fantasmas que le invaden el alma. Y ahora sólo desea que el cuerpo y el alma le den fuerza para sobrevivir en el infierno de un callejón que aparenta no tener salida.
Marcantonio Faillace Carreño