“El que cree en Él, no será condenado. Pero el que no cree, ya está condenado”. (Jn. 3, 14-21).
Duras y decisivas palabras. Palabra de Dios que sentencia la importancia de la fe. El que no cree, será condenado. Pero … el que sí cree ¿ya está salvado? ¿Basta la fe? ¿Basta creer?
Fundamentándose en la Sagrada Escritura, la Iglesia Católica siempre ha sostenido que la fe sin obras no basta para la salvación. Pero… ¿qué son las obras?
Traducido a la práctica significa que en el Bautismo recibimos como regalo de Dios la virtud de la Fe y la Gracia Santificante. Y las obras consisten en nuestra respuesta a ese don que Dios nos da: podemos responder con buenas obras, con malas obras o sin obras.
Ahora bien, no somos capaces, por nosotros mismos, de salvarnos y de santificarnos. Por eso San Pablo nos dice: “La misericordia y el amor de Dios son muy grandes. Por pura generosidad suya hemos sido salvados… En efecto, ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios” (Ef. 2, 4-10).
Es decir, nuestra salvación depende primeramente de Dios. Pero el ser humano tiene su participación, la cual consiste en dar respuesta a todas las gracias que Dios nos ha dado y que nos da continuamente para ser salvados. Eso es lo que la Teología Católica llama “obras”.
Y es tan imposible para nosotros mismos acceder a la salvación que, hasta la capacidad para dar esa respuesta a la gracia divina, no viene de nosotros, sino de Dios.
Ahora bien, llegará el momento del fin, bien por nuestra propia muerte o bien porque se termine el tiempo y pasemos a la eternidad. Y en ese momento final ya no hay sino salvación o condenación. El Evangelio nos dice cuál es la causa de la condenación: “La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la Luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz, porque sus obras eran malas” (Jn. 3, 19).
Cristo es la Luz que vino a este mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo. ¿Y en qué consiste preferir la Luz a las tinieblas? Consiste en creer en Él, seguirlo a Él, tratar de ser como Él y de actuar como Él.
Entonces, a la gracia de la salvación realizada por Jesucristo respondemos con nuestras “obras”. ¿Cuáles son esas obras? Muy variadas. Aquí van algunas: oración, santidad, buenas acciones, obras de misericordia, de compasión, de ayuda a los demás…
Pero debemos recordar que nuestra respuesta en obras es también don de Dios: es que hasta el deseo y la posibilidad de realizarlas también vienen de Dios. Y en esto no nos podemos equivocar (y de paso pecar) creyendo que uno es muy capaz de salvarse y de ser santo sólo con su esfuerzo.
Isabel Vidal de Tenreiro
www.homilia.org