La conversión de espacios convencionales y estáticos para usos artísticos de forma planificada, es un hecho distante de la mediatización de una sociedad al margen de la realización plena del hombre por medio del arte. Ese excepcional proceso se cumple en la quinta El Nido del Turpial de Arnaldo Guédez Pérez en quien se fusionan los quehaceres del historiador, el sensible artista y el competente gerente cultural.
Históricamente en la región esos procesos se han desarrollado en las casas de la cultura, cuyo surgimiento en Barquisimeto ocurre en 1967. Entonces el país era estremecido por la violencia política de la izquierda marxista insurrecta contra las instituciones democráticas.
Estamos ante una experiencia pocas veces vista en el ambiente por sus singulares características para generar una variedad de actividades artísticas desde los parámetros de la autogestión. Es a partir de 2017 que la loable iniciativa se concretiza en la carrera 15 entre 52 y 53, Barrio Nuevo a la luz de la filosofía del hombre como creador de cultura. Una autogestión que rememora a los grupos de los años 60 del siglo pasado como La Carreta, El Espiral y El Tonel que funcionaban en plazas, calles y casas. Se trabajaba con las uñas por la falta de un suficiente presupuesto.
Su accionar está estrechamente vinculado a la naturaleza y ambiente con sus diversos componentes entre estos la fauna. Es si se quiere un recordatorio de su padre quien solía imitar el canto de ese pájaro que habita en tierras larenses. La costumbre pasó a los hijos como una especie de herencia quizás en un intento bucólico por establecer relaciones armónicas entre el hombre y su inmediato entorno. Una muestra del interés y preocupación por proteger el medio ambiente desde la escala más simple.
Pero sus orígenes se relacionan con el sector estudiantil en su necesidad de consultar una biblioteca y un docente para lo cual generosamente se ofrece Guédez Pérez. Así de una manera espontánea comienza ese trajinar cultural en la quinta el Nido del Turpial. La actividad crece y se enriquece con un toque sistemático con la participación de pintores, escritores, músicos, pintores, teatreros y artesanos. Se impone una mayor organización con una regular programación fundamentada en: exposiciones de artes plásticas, presentación de libros, recitales poéticos y musicales, sesiones de cine, funciones teatrales y peñas para el debate de ideas. Entre las personalidades participantes a lo largo de 4 años se cuenta a: Francisco Materán, Wilmer Peraza, Macario Colombo, Yajaira Sánchez y el recordado Juan José Paralta.
El proyecto se ha robustecido con una sala de exposiciones, biblioteca y uso del jardín principal de la vivienda para encuentros de creadores. Incluso hasta se cuenta con una habitación acondicionada para albergar a algún artista que no pueda pagar un hotel. En estos espacios se disfruta permanentemente de música grabada para el hedonismo estético del oído.
Por cierto, se activan en un paisaje muy singular de la capital larense. Pues como dato interesante y curioso Barrio Nuevo es el área de la ciudad que concentra la mayor cantidad de artistas y cultores populares en una amplia gama de quehaceres que comprende la música, pintura, literatura. Una cantidad considerable de estos viven en el perímetro que abarca desde la calle 43 a la 60.
Los inspira una dinámica cultural condicionada por una perspectiva futurista y evolutiva en lo cuantitativo y cualitativo. En ese sentido tienen planteado desarrollar el innovativo proyecto de un circuito cultural en esos parajes del sur de la urbe barquisimetana a partir de la plaza Miranda hasta el parque Ayacucho.
Una iniciativa motorizada por un competente equipo de trabajadores culturales que involucrará a los vecinos de la zona. Se trata del eficiente aprovechamiento de los ámbitos urbanos al estilo de los grandes emporios culturales del mundo como Medellín, Colombia, Nueva York, EEUU y París, Francia.
Existe la firme intención de hacer arte en: las esquinas, calles, plazas, mercados, bodegas, bares, paradas del transporte y lugares de encuentro público donde el lenguaje oral lo arropa todo. Un laboratorio de renovadoras políticas culturales que aspira más y mejores pasajes para el arte propio de emprendedores y soñadores fuera de serie. Pero, por ahora se concentra en un pequeño hábitat con firmes ánimos de expandirse.
Esta propuesta se sustenta en unos valores, a saber: paz, solidaridad, humanismo, generosidad, respeto, lo más parecido a la democracia. Según Guédez Pérez los guía la concepción de la cultura como un derecho humano que hace libre al hombre, la creación como un acto libertario para acceder a la democracia.
Contra viento y marea, por la peligrosa pandemia del COVID-19, es la única organización cultural de la ciudad que ha mantenido activa una oferta al público. Un hecho indicativo de la voluntad de trabajo y servicio de sus integrantes. Pues el sector cultural ha sido duramente golpeado por esta crisis sanitaria mundial.
El Nido del Turpial constituye un ejemplo de la interacción del hombre con la geografía, naturaleza, fauna, flora, comunicación, arquitectura, religión, economía, política, entretenimientos, filosofía, costumbres, creencias religiosas. Las formas de ser y vivir humanas que sintetizan la cultura en permanente mutación. Todo desde la instancia de la casa más allá de la morada o refugio diario de sus ocupantes. La casa para la redención del hombre por medio de la cultura y el arte en una ciudad de dimensiones cosmopolitas que evoca su rica tradición con sus trovadores de antaño a los cuales Félix Morón rinde tributo.
Freddy Torrealba Z.