La puesta en circulación de tres nuevos billetes en la ampliación del cono monetario vigente, pone de nuevo al descubierto el fracaso de la política monetaria venezolana, que se realiza desde la discrecionalidad del régimen y no desde la autonomía del instituto emisor, como ocurriría en una república democrática respetuosa de su constitución y sus leyes.
El pronunciamiento lo hace la economista y colaboradora del Observatorio de Gasto Público de Cedice Libertad, Karelis García, quien recuerda que el Banco Central de Venezuela acaba de incorporar al cono monetario del país tres billetes nuevos para la circulación en el sistema económico. El ente financiero central anunció que las piezas de 200.000, 500.000 y 1.000.000 de bolívares comenzarán a circular a partir del 8 de marzo del 2021.
Destaca García que el valor de nuestra moneda se ha erosionado a niveles inimaginables y las contradicciones son numerosas. Por ejemplo, se crean nuevos billetes de denominación de 500.000 bolívares y 1.000.000, en un escenario donde los bancos apenas entregan 400.000 bolívares de efectivo por día. El valor de dichos billetes al tipo de cambio oficial equivalen a poco más de 0.1; 0.25 y 0.5US$ y muchas son las preguntas que surgen: ¿Cuánto habrá costado a la nación tal emisión? El costo de impresión, ¿superará el valor facial del billete? ¿Qué sentido tiene esta impresión de billetes, cuando la mayoría de las transacciones en bolívares se ha digitalizado?
Advierte que uno de los problemas más importantes que impactan a la banca y en general a la administración de las empresas, es que sus sistemas se ven colapsados ante la longitud de guarismos que tienen las transacciones. Esta nueva impresión no ayuda en nada a esta resolver esta apremiante situación. ¿No hubiese sido más eficiente, avanzar en una nueva reconversión monetaria y posteriormente haber impreso billetes que tuvieran utilidad efectiva para realizar transacciones?
Insiste la especialista en que esta nueva medida del BCV es una declaración abierta del enorme fracaso de la política monetaria ejecutada por un ente sojuzgado a los propósitos del régimen, que no sólo asume abiertamente el inexistente valor de la moneda nacional, sino que además dilapida el poco dinero de la República.