Ya se fueron los dos primeros meses de este año. Esta última semana de febrero ha sido buena para recordar los sucesos del famoso “caracazo”. Es bueno hacerlo. Cerca de la mitad de la población actual del país o no había nacido o aún carecía de conciencia para apreciar la magnitud de aquella trágica jornada. De allí la exigencia que hacemos a la dirigencia de todos los sectores de pasar a la acción y dar respuesta adecuada al drama del presente.
Todo está estudiado, analizado desde todas las perspectivas y las conclusiones están a la vista. Los objetivos han sido señalados pero la acción para alcanzarlos es inexistente o demasiado tímida. Esto ha sido el factor más importante en la generación de un peligroso clima de incertidumbre que pudiera llegar a ser factor determinante en contra de la paz. Aunque no hay una guerra declarada abiertamente, tampoco existe la serenidad indispensable para que la vida transcurra normalmente. Es evidente la creciente tristeza de la población y el inocultable temor de la gente ante lo que sucede y lo que piensa que puede suceder.
No hay espacio para especulaciones interesadas. Lo cierto es que si el ciudadano común quiere conservar lo mucho o poco que tiene, la vida, la libertad, el derecho a trabajar, la integridad familiar y otros aspectos básicos, tiene que despertar y rebelarse. Creo que está dispuesto a hacerlo, pero no a lo loco. Espera por una dirigencia a la altura de la coyuntura por la cual atraviesa. Mientras tanto la mayoría vacila recelosa esperando que otros resuelvan.
La pandemia actual ha tenido de positiva la posibilidad de reflexionar en profundidad con relación al país y a lo que hemos hecho y estamos haciendo cada uno de nosotros. Pero con el encierro relativamente obligado, la soledad también deja su huella. Alguien dijo alguna vez que el frío de la soledad es muy intenso. Tiene razón. Es difícil hablar en persona con amigos y compañeros de toda la vida. Un año entero sin salir de Caracas para el interior es demasiado para quienes teníamos la rutina de recorrer con frecuencia a Venezuela. El recurso de las redes, de internet con su amplia gama de posibilidades ayuda, pero no es suficiente.
Pido excusas por estas divagaciones que me desvían del objetivo central de este artículo. La idea es que pasemos a la acción en la dirección señalada. La tiranía está mal, muy mal. Hay que ponerle atención al tirano. Parece un náufrago sediento que delira con el calor del sol en la frente. Es hora de que comprenda la inutilidad de sus pretensiones. Todos los días añade ofensas contra quienes no son incondicionales sirvientes aunque estén, el menos en teoría, en el bando oficialista. Agota la paciencia de todos. Ya basta.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz
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