Hace algún tiempo, en un país suramericano muy conocido por todos, hubo una corriente religiosa cristiana que creció exorbitantemente. ¿La razón? Le garantizaba a la gente que si aceptaban a Jesucristo en sus vidas iban a “parar de sufrir” en este mundo. Si ello fuera cierto, entonces el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo no tendría razón de ser. Por cuanto el mismo Jesús fue llamado “Varón de dolores, experimentado en quebrantos”. Ese fue el título que recibió Jesús más de 600 años antes de nacer y padecer todo lo que nosotros conocemos. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto… Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores;… Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” Isa 53:3,4,5. ¿Cómo les parece?
¿Pudo él evitar sufrir todo lo que sufrió? Claro que sí. Por cuanto él era el mismo Dios encarnado en el Unigénito Jesucristo, pero su misión era salvar al mundo perdido y sufrido a causa del pecado. Entonces, hay que tener claro, que la extirpación definitiva del sufrimiento no es ahora. Podemos sobrellevarlo, tolerarlo y canalizarlo en la esperanza bienaventurada de su pronta venida. Pero no podemos evitarlo por cuanto es una consecuencia obvia en un mundo caído. Y Jesús nunca prometió que no íbamos a sufrir, enfermar y morir. Perder hijos en forma prematura, ver matrimonios y familias destruidas etc… ¡No! Nunca prometió eso. Dejó claro que tendríamos aflicción… “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” Juan 16:33. Y ese es el punto… confiar en él.
Hay que estar bien claro que después que la pareja del Edén salió del paraíso, a causa de la desobediencia, comenzó el sufrido peregrinar del hombre a través de la historia, hasta hoy. Y la pandemia que estamos padeciendo en estos momentos en el mundo, es el producto de ello. Pensar en el sufrimiento que padeció la pareja edénica una vez expulsada del Edén y la forma como cambió su forma de vivir es terrible. Más aún, sumemos el sufrimiento causado por la alevosa muerte de su hijo Abel en manos de su propio hermano Caín. ¡Ni pensarlo!. Solo la esperanza que Dios les dio, de que nacería un Salvador a poner fin al sufrimiento y a la maldad, los mantuvo vivos hasta que murieron. Y esa, es la misma esperanza de ahorita.
Dios es un Dios de amor, de bondad y misericordia. Él no es el autor del sufrimiento y cuando permite que suframos en esta vida, lo hace con dolor en su corazón. Cuando decidió librar a su pueblo de la esclavitud en Egipto dijo: «He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, he oído el clamor que les arrancan sus opresores, pues conozco sus angustias. Y he descendido a librarlos de mano de los egipcios, y a sacarlos de este país para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, que mana leche y miel;…” Ex. 3:7,8. Y esa promesa sigue vigente para nosotros que se cumplirá con su Segunda Venida a esta tierra. Sin embargo las angustias y sufrimientos nunca se detuvieron en aquel entonces y ahora tampoco. El mismo Moisés no pudo ver en vida, la materialización de esa promesa, pero vio algo mejor. Cuando murió, Dios lo resucitó y se lo llevó al cielo, así lo dice la Biblia, por eso lo creemos y en medio de las aflicciones que padecemos, esa es nuestra bendita esperanza también. Él vendrá…
¡Hasta la semana que viene por la WEB!
William Amaro Gutiérrez