#ESPECIAL A 32 años del infame «Caracazo», preludio de tiempos oscuros

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El 27 de febrero de 1989 la cotidianidad se vio interrumpida desde muy tempranas horas de la mañana. Aquel día, el reciente aumento en el precio de la gasolina trajo como consecuencia un incremento desmesurado en las tarifas del transporte público y una ola de protestas que desató la violencia en Caracas y el resto del país


Este 27 de febrero se cumplen 32 años del «Caracazo», las protestas comenzaron a 15 kilómetros de Caracas, en  Guarenas, por el aumento del pasaje en el transporte público, a consecuencia del incremento del precio de la gasolina, que para entonces era de 0,25 céntimos (medio real).  E inmediatamente se extendieron a la capital de la República y, posteriormente, el efecto contagio se sintió en La Guaira, Maracay,  Valencia, Barquisimeto, Mérida, San Cristóbal y Ciudad Guayana.

En aquellos días ya se hablaba de inflación, acaparamiento de productos, abusos de autoridad y decaimiento del poder adquisitivo. Este descontento habría sido el detonante del Caracazo, que trajo como consecuencia saqueos y destrozos en las principales ciudades de Venezuela con pérdidas materiales cuantiosas, sin contar las muertes que se produjeron.

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¿Qué pasó el 27F?

El lunes 27 de febrero cuando apenas despuntaba el sol, el grueso de los habitantes de Guarenas y Guatire, poblados satélites de Caracas, se encontraron con que el precio del pasaje había aumentado de forma considerable.

Las quejas se transformaron en actos de violencia y algunas unidades de transporte público fueron dañadas e incluso, incendiadas. Los canales de televisión nacional transmitieron aquellas imágenes casi de manera inmediata, la violencia se propagó a la capital y luego al territorio nacional

Los medios comienzan a transmitir en vivo, (no había internet ni teléfonos inteligentes). Ya al mediodía gran parte del centro de Caracas se encontraba en pleno caos, comercios saqueados y destrozados obligaron la salida del Ejército a las calles y esto trajo como consecuencia decenas de muertos y heridos.

Venezuela se sumerge en la incertidumbre. Al finalizar la tarde, el ministro de relaciones interiores, Alejandro Izaguirre, intenta anunciar en cadena nacional un toque de queda y suspensión de las garantías constitucionales, acción que se vio interrumpida al quebrar la voz en plena transmisión y decir “no puedo”.

Efectivamente, las garantías constitucionales fueron suspendidas por el Gobierno de Carlos Andrés Pérez y se impuso un severo toque de queda, pero pese a las medidas, el martes 28 de febrero las acciones violentas continuaban en la capital con un importante saldo de personas fallecidas.

Según las cifras oficiales aportadas por el Ejecutivo Nacional en aquel entonces, el saldo arrojado por las protestas fue de 276 muertos, cifra que por supuesto no fue compartida por muchos sectores que aseguraban que el número de víctimas era mayor.

El Comité de Familiares de las Víctimas (Cofavic) dio a conocer que fueron 280 mediante la corroboración de número de cédulas de identidad, nombres y apellidos y circunstancias en que perecieron.  Se descubrió después que en fosa común en la zona denominada La Peste, del Cementerio General del Sur, había 68 cadáveres sin identificar. Y se estima que hubo un gran número de desaparecidos que no pudieron ser encontrados.

Las pérdidas materiales en  negocios asegurados,  en la capital de la república, fueron de 3 mil 73 millones 867 mil 752 bolívares, pero se estima que fueron muchos más las de los que no tenían establecimientos con seguros de riesgos. Los saqueos acabaron con 62 librerías y papelerías, 95 ferreterías, 850 almacenes de ropa y mueblerías, 131 abastos y supermercados, así como 900 bodegas. Se ignora la cifra de camiones de carga a los que los grupos desaforados les quitaron las mercancías que transportaban.

Tampoco se tienen cifras de las pérdidas económicas en el resto del país, pero fueron cuantiosas porque igualmente los saqueos se multiplicaron y existen videos de los programas de televisión que divulgaron los acontecimientos, durante los cuales toda Venezuela vivió horas de zozobra, angustia y preocupación.

Todo esto ocurrió en una Venezuela muy distante de los terribles problemas que hoy padece nuestro país y en el que situaciones como la hiperinflación, escasez de combustible, deficiencias en el suministro eléctrico y migración a gran escala, no cruzaban ni remotamente por el pensamiento de los venezolanos.

Las causas del “Caracazo” se han multiplicado

Los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989 fueron consecuencia de una serie de factores que todavía no han sido bien analizados, explicó a Elimpulso.com, el doctor Rafael Simón Jiménez, exparlamentario, historiador y analista político.

Hay que remontarse al arribo del poder de Carlos Andrés Pérez, de quien se esperaba que hiciera un gobierno como el que tuvo cuando había una gran bonanza económica, pero se encontró en su segundo mandato con una situación tan precaria que las reservas internacionales apenas alcanzaban para un mes de importaciones.

Pérez suscribe un programa con el Fondo Monetario Internacional, para la aplicación de una serie de medidas que nunca antes se habían visto en Venezuela, entre las cuales figuraban  la liberación de precios de casi todos los productos de consumo diario, de los servicios básicos (teléfonos, electricidad, agua, gas doméstico)  y el aumento de los derivados del petróleo, incluyendo la gasolina.

Pérez desde 1978 hasta 1988 había despotricado del Fondo Monetario Internacional, señalando que sus programas de ajuste «eran mata gente» por los efectos sociales que producían, no le quedó otro camino que suscribir el acuerdo con ese organismo, señaló Rafael Simón Jiménez.

Pero, además lo suscribe precisamente poco antes de lo que se consideró “la coronación”, porque por primera vez se sacó el acto de juramentación presidencial del Congreso Nacional al Teatro Teresa Carreño, a donde fueron llevados una gran cantidad de mandatarios, incluyendo a Fidel Castro, que lo convirtieron en estrella del espectáculo. Fue una fiesta muy ostentosa que le dio en la cara a la gente del pueblo.

No fue el estallido social por un «aumentico» en el precio de la gasolina, como se ha pretendido hacer ver. Había una situación económica muy grave en ese entonces, nada parecido a lo de ahora que es abismal, pero sí  preocupación porque se hablaba en todas partes de escasez de alimentos, de acaparamiento, de especulación y, por supuesto, la gente estaba tan tensa que era proclive a una explosión social, señaló Rafael Simón Jiménez.

El aumento del precio de la gasolina fue la chispa que encendió la pradera, ya que la protesta que se generó en Guarenas por el aumento en el pasaje a Caracas, conmocionó a la capital de la república. Y de inmediato el contagio se propagó por todo el país. No tengo dudas de que la ultraizquierda, dijo Jiménez, a través de sus agitadores en ese momento, tuvo un protagonismo, que aunque pequeño, aceleró el descontento que estaba por reventar en la sociedad venezolana.

Como todos los fenómenos políticos, el Caracazo es multicausal y se produjo por la inconformidad que se venía incubando por hechos que conmovían a la gente, por la pomposa inauguración del gobierno de Pérez y por el malestar que había, así como por otros muchos otros factores, que aún tienen que ser estudiados y tomados en consideración.

«No creo que esos sucesos fueran el motivo para el golpe del 4 de febrero del 92, como pregonaba Hugo Chávez, pero sí es cierto que unos de los comandantes que se juramentaron en el samán de Guere, el mayor Felipe Acosta Carlé, quien dirigía las operaciones de represión en el Valle, fue alcanzado por una bala en el pecho».

Por supuesto, ese estallido tuvo que haber tenido un gran impacto en las fuerzas armadas, como ocurrió en todos los sectores de la vida nacional.

Chávez repitió muchas veces que él estaba conspirando desde 1977, comentó el doctor Jiménez. A lo mejor esos sucesos abonaron la tierra, pero no fue el motivo para su alzamiento del 4 de febrero del 92.

En términos de calamidad, crisis humanitaria, crisis económica y falta de servicios públicos, la situación actual es mil o diez mil veces más grave que la existía para 1989, dice Jiménez. En los “términos objetivos” del filósofo que ellos admiran, Carlos Marx, ahora hay más hambre, más pobreza, miseria y enfermedades en toda Venezuela. Si no se atiende todo esto, y ojalá no sea así, las cosas terminarán repitiéndose porque este no es un problema de agitadores, de carácter político, sino social, cuya salida es explosiva.

Hay condiciones para 24 estallidos

La realidad actual comparado con lo que generó aquel estallido social del 89 es que hay condiciones para que haya no uno, sino 24 estallidos sociales en las entidades federales, expuso por su parte el exgobernador, exdiputado y excandidato presidencial, Andrés Velásquez.

Aquello que ocurrió era un paraíso comparado con el país en que vivimos, añadió. Las causas que generaron ese estallido social no son las que hoy tenemos en Venezuela: una tragedia inconmensurable.

La mayor expresión de ese drama es el salario de los trabajadores y la situación del mundo laboral y los sectores productivos de Venezuela. Los motores de un país son sus fuerzas productivas y sus trabajadores. Pero, los que usurpan el poder se han convertido en los peores enemigos de los trabajadores y de los jubilados, cuyas vidas se les acortan porque lo que perciben no les sirve para adquirir sus alimentos, ni mucho menos para sus medicamentos que requieren a diario.

Esta situación es tan grave que seis millones de venezolanos se han tenido que ir a otros países y lo más preocupante, es que se siguen yendo los jóvenes y profesionales, para  no solo satisfacer sus necesidades, sino también para ayudar a sus familiares que se han quedado en el territorio venezolano. Y aquí nada hay, porque en dictadura no existen los derechos, ni progreso, ni bienestar, ni posibilidad de protestar públicamente, ni medios de comunicación que no estén expuestos a ser clausurados. De modo, pues, que hoy hay millones de razones para que ocurran estallidos sociales porque la dictadura es generadora de los mismos. Sin embargo, abrigamos esperanza de que no suceda porque somos optimistas y creemos que habrá, en corto tiempo,  un cambio político, democrático,  constitucional y cívico, que permita reconstruir el país, que ha sido totalmente destrozado por este régimen autoritario y militarista, sentenció.

¿Por qué no ha ocurrido otro estallido?

Tomando en consideración las afirmaciones del doctor Jiménez y de Andrés Velásquez, de que las condiciones actuales superan con creces las del 27 y 28 de febrero del 89, porque, entonces, ¿no se ha producido un estallido social?

La pregunta es formulada por ElImpulso.com, a la escritora y analista Carolina Jaimes Branger, de la Academia Nacional de la Lengua, quien tajantemente da su respuesta:

A pesar de que las condiciones de vida de la población han empeorado en forma alarmante, que existe una crisis humanitaria, que se suma a la crisis económica, que han obligado a más de seis millones de personas a buscar trabajo y el mejoramiento de sus condiciones de existencia fuera de Venezuela, tiene una explicación clara: no se ha planificado.

A juicio de Branger, ocurrió una sorpresa en aquellos días de hace 32 años. No imaginábamos que se produciría una situación inusitada de violencia, jamás vista en Venezuela. Y se registró con el aumento en el precio de la gasolina.

Una protesta que parecía inofensiva, en la población de Guarenas, se transformó en la mayor expresión de violencia en el país.

Indudablemente, en mi opinión, ese estallido fue planificado con el fin de desestabilizar el país y por supuesto,  crear un clima de incertidumbre, de tensión y desconfianza.

Si bien es cierto que había una situación crítica, que debía ser atendida, no podría suponerse que se produciría un estallido tan descomunal que no sólo cubrió toda Caracas, sino que se extendió raudamente en el resto del país. La sorpresa que tenemos ahora es que con la terrible situación que hoy sufrimos, incomparable con la de aquella época, no se haya producido ningún estallido social. Porque aquel fue planificado.

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