La peste bubónica es una terrible enfermedad transmitida por las ratas. En la Edad Media un terció de la población mundial murió infectada.
Con el pasar de los siglos la enfermedad mermó, sin embargo, en Venezuela se registró un terrible brote en 1908. Eran aquellos los últimos meses de mandato del Presidente de Venezuela, general Cipriano Castro.
El mandatario ordenó que se iniciara de manera inmediata una investigación sobre la terrible enfermedad y se comisiona al sabio y reconocido profesional de la medicina Rafael Rangel, para que encabece los estudios.
Tanta era la fama y prestigio del sabio Rangel, que incluso El Impulso había reseñado importantes logros en 1906, entre ellos su designación como jefe de laboratorio del Hospital Vargas de Caracas.
La peste negra, como también se le llamaba, llegó a La Guaira en un barco proveniente de Trinidad a bordo del cual venían ratas infectadas y tanta fue la histeria, que se ofrecía recompensa por matar ratas y ratones. Tanto los roedores como los cadáveres de los infectados eran incinerados, incluso con sus viviendas y pertenencias.
A pesar de las medidas y el cerco sanitario impuesto en la capital la peste llegó a Caracas. El Presidente Cipriano Castro se alarma y pide ayuda a la Academia Nacional de Medicina. Eminencias como el doctor Luis Razzeti y Pablo Acosta Ortiz se prestan a combatir aquella terrible epidemia.
La peste logró ser controlada con aislamiento y estrictas medidas sanitarias. Pese sus esfuerzos, el sabio Rafael Rangel fue acusado porque a juicio del Gobierno, no controló antes la enfermedad y lo responsabilizó de muchas de las muertes ocurridas. Ante la presión social y gubernamental, el sabio Rangel decidió suicidarse ingiriendo cianuro, su muerte se registró el 29 de octubre de 1909.
Posteriormente su nombre fue reivindicado con méritos póstumos, muchos de ellos resaltados en las páginas de El Impulso.