La tarde del 13 de agosto de 1814 reina en la neblinosa Londres un clima benévolo de verano. Al interior del Foreing Office (la cancillería del Reino Unido) se transparenta un aire de atmósfera distendida—en cuanto puede generar tal ambiente la muy estirada burocracia británica de alto rango— y la sala principal de las rancias oficinas está ocupada por cuatro funcionarios esperando que un sobrio mayordomo concluya los preparativos para iniciar el sacro ceremonial del Te.
Los rostros esbozan un simulacro de sonrisa y ese talante mezcla de ligera indiferencia, sentido de pertenencia y superioridad jamás vulnerado y sazonado con ese matiz de hipócrita elegancia tan marcado en el carácter británico de la era imperial. Un sueño de más de tres siglos se ha cumplido. La bandera del Reino, San Jorge, sus macundales y la ceremonia del te, han puesto al fin su planta en tierra firme del continente americano.
Todo el territorio de las llamadas Guayanas, —el nombre autóctono— fue parte de los dominios españoles, una posesión atada legalmente según las normas jurídicas vigentes en la época universalmente aceptadas, más el respaldo de las bulas papales del 3 de mayo y del 28de septiembre de 1495 y el refrendo que le otorgaba el tratado de Tordesillas, firmado el 7 de julio de 1494 para dirimir cualquier conflicto de límites entre las dos potencias navales de la época, líderes de los redescubrimientos que históricamente confirmaron el tamaño, extensión y superficie del globo terráqueo, España y Portugal. La América era un emporio de riquezas. Oro en particular, piedras preciosas, los nuevos, abundantes y deliciosos productos vegetales que enriquecieron el gusto de las mesas Europeas. Más que de sobras para estimular la cochina envidia de Francia, Inglaterra y los emergentes países bajos dispuestos y empeñados en convertirse en otra potencia naval.
Los extensos dominios donde no se ocultaba el Sol, enraizados en los viajes del Genovés, fueron ratificados por otros viajeros contagiados con la sed del oro. Alonso de Ojeda, acompañado por Vespuci quien firma el mapa trazado en su viaje, y el detalle convierte su nombre en el del continente. Luego están expedicionarios como Yánez Pinzón, Ordaz, Cortes y otros viajeros, incluidos corsarios.
España se esforzó e intentó hasta donde le fue posible, realizar una política de ocupación integral y efectiva a objeto de atar con solidez al dominio imperial los territorios que incorporaban sus expedicionarios, cimentando con sus políticas el inmenso espacio geográfico obtenido adelántandose a las otras potencias, que aún desde atrás no dejaron menguar sus ambiciones.
El tiempo y el desgaste de conflictos internos inciden en una dispersión de esfuerzos y desatenciones que comenzaron a transformarse en los clásicos dolores de cabeza del conflicto político. Las dimensiones dinosáuricas de las posesiones españolas no podían ser ni atendidas integralmente ni defendidas en puntos vulnerables debido a la distancia, la magnitud de los problemas y la presión externa. España comienza a ceder obligada por el volumen de dificultades. Es un período que los historiadores califican como la gran crisis política y decadencia del imperio hispano en el siglo XVI recibiendo dentelladas internas y desgarrones de territorio que debe abandonar. En su guerra con Francia además de ceder territorios, pierde varios insulares en el Caribe cuando los galos extienden el enfrentamiento a ultramar. La llamada decadencia y debilidad de su anterior poderío se refleja en la pérdida del Reino de Nápoles, y los Paises Bajos, cercanos a su conversión en el Reino de Holanda aprovechan las circunstancias de distancia y desatención a posesiones remotas estableciendo poblaciones en el Esequibo, Demerara y Berbice, enclaves masque poblados, pasarán a constituir el núcleo de la Guayana Holandesa, de lo que no se enteran en la metrópoli. El siglo XVII completa el desmembramiento del colosal imperio sin la preocupación de un reinado como el de Felipe III, monarca que abandona sus deberes en manos de ministros, siempre elegidos entre sus amigos sin otra consideración de méritos o capacidades.
Una España cada vez más débil frente a las potencias rivales, virtualmente obligada a firmar tratados de paz y cesión de derechos territoriales, enfrenta un tratado más. En Münster a finales del año de 1648 confirma a Holanda las posesiones tomadas en América, dando nacimiento oficial a una Guayana Holandesa. desmembrada de la única y anterior Guayana de España. Vale anotar que la primera presencia holandesa en tierras americanas aprovechada por la que será la Casa de Orange se debió a que Portugal, de su territorio brasileño entregó una buena extensión costanera acerca de la que no quedó muy claro si fue producto de negociación, o de una concesión convertida a la postre en regalo.
Siglo y dos tercios después, a 166 años del nacimiento de una Guayana Holandesa, se cumple el sueño británico de poner planta en tierra firme americana cuando se concreta el negocio en el que Holanda vende a la corona inglesa por tres millones de libras esterlinas, 20.000 millas de territorio. Es importante observar que esta operación de compra-venta es el único título que podía esgrimir Inglaterra justificando su presencia en tierra firme americana. Un simple y escueto recibo, pues sin importar el tamaño que se le diese al “documento”, la calidad del papel en que fuese caligrafiado, o impreso si fuese el caso, las orlas, recovecos dorados y colorines que decorasen el texto más los sellos, resellos, lacres y matasellos estampados artísticamente en el “documento”, no dejaba de ser lo que en esencia fue y siguió siendo, un simple y vulgar recibo de compra-venta.
Se ha hecho presente en tierra firme continental de Sudamérica la planta del León británico, y en 1822, apenas a ocho años de la compra a Holanda de su parte de Guayana, se inicia la invasión a
territorio venezolano con los ojos puestos en las bocas del Orinoco. Enterado el Libertador suponemos por su reacción que valoró el caso como un incidente menor. Bolívar está al frente de una empresa que ha concebido, conduce y dirige. Un hombre frente a semejante tarea, debe atender cientos de asuntos y problemas. Podemos pensar y decir que se encuentra en situación análoga a la de España ante las gigantescas proporciones de su imperio, que necesariamente padecía por desatenciones y hasta olvidos, aprovechados de inmediato por sus rivales en constante acecho, dando mordiscos a base de tratados y presión militar, obligando a ceder territorios, o liberar reinados bajo su égida para librarse de los conflictos que le acarreaban.
Acosado Bolívar por las responsabilidades de la ciclópea tarea emprendida y con tanto por hacer, ordenar, organizar, reconstruir y aún frente a posibles batallas y peor, ante el combate político, tal vez pensó sería suficiente una protesta vía diplomática. Por otro lado estaba el hecho de tratarse de Inglaterra, una nación amiga… terrible error. Bolívar desconocía; o lo olvidó, si estaba enterado,
la sentencia de Cromwell que iluminaba desde entonces cada vez con mayor intensidad, el horizonte político del Reino Unido.
“Inglaterra no tiene amigos, ni enemigos, solo tiene socios y clientes” e intereses de todos los órdenes y ambiciones territoriales.
El texto en cursiva, según duendes y fantasmas de las esferas políticas, se lo calló Cromwell, pero estaba grabado tan nítido en su pensamiento que las agregó en voz muy baja.
Se llevan a cabo las tareas diplomáticas de rigor, lo que de paso sirve de precedente ante los sucesivos intentos posteriores de usurpación y ocupación de territorio venezolano. Si el Libertador solo protestó por vía diplomática…
Me atrevo sin temor alguno a una conclusión. Todo el contencioso limítrofe con el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, se reduce a un robo descarado por parte de los ingleses de una superficie de 166.000 km2. Cualquier otra cosa o asunto es una farsa gigantesca. Lo peor del caso es que el Estado venezolano ha sido “cómplice” de semejante despojo territorial, sea por negligencia, ignorancia, incapacidad, inexperiencia o temor
No se le pide a un abusador que cese en sus prácticas, primando tu petición con monsergas del más “apegado respeto a la paz y deseosos de mantener unas relaciones de justicia que en nada deben ser entorpecidas por incidentes de esta naturaleza, producto de etc, etc, y el pato y la guacharaca se marchan de alas cruzadas a comer flores…
Los abusos no pueden combatirse con peticiones de cortesía, notas diplomáticas o apelaciones a la justicia social la paz y los niños muertos. Los abusos se combaten e impiden con firmeza de plantaje. Mejor si armados como es debido.
¡! Fuera de aquí abusador y no se te ocurra volver a incurrir en lo mismo.
Se le tuvo miedo a Gran Bretaña, para dejarnos humillar de todas las formas ante el artero despojo del territorio. Es a todas luces incomprensible cómo a un país con las gónadas y el arrojo para arrancarle al imperio español la liberación propia y la de tierras ajenas, REGALANDO SU INDEPENDENCIA a los hermanos colombianos, a los desagradecidos y xenófobos ecuatorianos; y peruanos, y a la cómoda Bolivia, le ha faltado Co-raje y Bo-luntad para defender después su propio territorio.
Contra abusos no valen protestas, ni diplomacia, ruegos y menos velas, conjuros y oraciones. Lo único valedero es plantar cara, firmeza de propósitos y el respaldo de la fuerza disponible. “El que a hierro mata, no puede morir a sombrerazos”; (Éxodo, 21 a 27, con otras palabras pero de igual significado).
Ningún reclamo contra abusos, además reiterados, con ventaja y alevosía, se puede presentar
en términos de paz y amor. Quienes insistan en reclamar abusos con tales métodos están colocados en el ranking universal de los negociantes incapaces.
La joya del Acuerdo de Ginebra, esgrimido como tabla de salvación a la que nos aferramos intentando no perderlo todo (del ahogado, el sombrero), es una bazofia. El punto clave del acuerdo debió ser la negativa de Venezuela a reconocer la Guayana Esequiba como República Independiente dueña del territorio señalado en disputa. Debíamos solo reconocer como territorio de la nueva república, el adquirido por la compra a Holanda el 14 de agosto de 1814,único y exclusivo territorio sobre el que tenían derechos legítimos. Fue probablemente la última oportunidad del Estado Venezolano para rescatar de manera total y en la debida forma el territorio usurpado por Inglaterra con la connivencia de los hoy grandes panas rusos y del tribunal británico —burda y cruel humillación que ridiculizaría nuestros argumentos presentados mediante voces ajenas— y circunstancia que de hecho convertía en una farsa el tinglado montado por los ingleses en París, grosero toque manipulador para dar una pátina de imparcialidad al montaje cuyo final estaba predefinido desde mucho antes del inicio del juicio que lo ratificaría.
Una derrota más en negociaciones limítrofes, casos y asuntos que han disminuido en más del 50% el territorio que legítimamente correspondía al país al ser reconocido por la corona española, como república soberana e independiente.
¡Ahh¡ Los límites.
Pedro J. Lozada