El 15 de septiembre de 1981, un día antes de entregar con pesar a su sucesor la dirección del flamante Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza de Carora, después de 21 años de excelente conducción de ese magnífico instituto, me dice apesadumbrado mi padre, el maestro normalista Expedito Cortés, debajo del tupido y verde bosque que sembraron durante cuatro lustros sus nerviosas manos en esa escuela de primaria: “Mire, Luis, todo esto se va a acabar.”
Ni un ápice se equivoca mi progenitor. Desde ese año comienza un veloz e intenso proceso de deterioro físico e institucional de esa escuela que fue centro piloto de la educación en el Distrito Torres en las décadas de 1960 y 1970. Lo primero que pierde el augusto centro educacionista es unos vigilantes permanentes, que vivían con sus esposa e hijos dentro del recinto de aquella noble arquitectura que diseñara Carlos Raúl Villanueva en estilo neocolonial para el gobierno civilista del presidente general Isaías Medina Angarita. Y es que los planificadores de la educación pensaron entonces en unas residencias para el director y el subdirector de la institución. La escuela quedó de tal manera solitaria aquel fatídico 16 de septiembre del año 1981 y a merced de la “malechuría”, empleando una palabra salida del genio de Chío Zubillaga.
El frondoso y bucólico bosque fue otra de las víctimas, pues lo primero que hicieron las nuevas autoridades del plantel fue cerrarle los numerosos grifos que alimentaban su hermoso verdor. Poco a poco fue desapareciendo el microclima que hacía a las aulas de clases del Grupo Escolar agradables y frescas en aquella ciudad sembrada en el ancho semiárido larense venezolano. Hogaño ha retrocedido la vegetación en un 80 por ciento y ella se retrotrae a las especies adaptadas al semiárido, ceibas, nims, cujíes y olivos, pues las especies vegetales que mi padre adaptó a fuerza de tesón durante dos décadas a este clima duro y seco fueron progresivamente desapareciendo: limoneros, toronjas, cayenas, flamboyanes, uvedas. Eran tiempos cuando el sindicalismo no había pervertido el trabajo escolar y los bedeles y obreros sin rechistar cargaban a pulso baldes de agua para regar las plantas. El subdirector del plantel, tan andino como Expedito Cortés, tuvo la ocurrencia de darle un nombre polémico a tan tupida floresta. Propuso el profesor Gerónimo Becerra se llamara Bosque Israel aquel hermoso vergel escolar. Pero sucede algo que no estaba en los planes de estos educadores: la nutrida colonia árabe asentada en Carora protesta enérgicamente aquella denominación y le piden una entrevista a mi padre, quien de forma muy gentil les escucha. Dejaron en manos de Expedito algunos libros y panfletos panárabes, entre los cuales figuraba el nombre de Nasser. Los conservo en mi biblioteca.
El director de la institución, mi padre Expedito, se gana hace cosa de media centuria la enemistad de los docentes a su cargo, pues desde un principio fue en decidido y tenaz enemigo de la eliminación del doble turno escolar. Una sirena sonaba a un cuarto para las ocho, y otra vez ululaba a un cuarto para las dos para anunciar el inicio de ambos turnos escolares. Las clases sabatinas corrieron el mismo destino al ser eliminadas. Este día se destinaba a exaltar el sentido de lo patrio, entonábamos el Gloria al bravo pueblo y recitábamos el Himno al Árbol de Manuel Felipe Rugeles.
Para anunciar el inicio de los turnos, el comienzo de los recesos, así como el fin de la jornada, mi padre colocaba música clásica del excelso Maestro guitarrista caroreño Alirio Díaz, y también valses vieneses. Los altoparlantes fueron sustraídos y el plantel escolar enmudeció desde entonces. Hogaño hay exalumnos del Grupo Escolar Ramón Pompilio que me dicen que aquella música oída en sus infancias afinó sus gustos musicales.
El auditorio escolar era una maravilla y tenía un mural hermosísimo en su escenario, que fue torpemente borrado por una espátula asesina y anónima. Las sillas plegables que eran de madera y metal se ausentaron como por arte de magia tras mi padre entregar el instituto. En esas sillas se acomodan los espectadores que iban a deleitarse con conciertos y obras teatrales que organizaban Juan Martínez Herrera y mi progenitor, cofundadores de la Casa de la Cultura de Carora en 1965. Con ello quiero decir que la primera sede de la Casa de la Cultura de Carora fue el auditorio del Ramón Pompilio Oropeza.
El provecto aparato cinematográfico marca RCA Víctor y con el cual proyectábamos películas para recabar fondos para la escuela, lo observé hace años arrumado en un polvoriento depósito de cosas olvidadas en el Grupo Escolar, una especie de basurero de la historia de donde pude recatar a hurtadillas una hermosa fotografía artística del Doctor Ramón Pompilio Oropeza (1860-1937), epónimo del plantel. Cada vez que se cumplía un año del natalicio de este extraordinario educador caroreño, godo pero pobre, estábamos como obligados a visitar su tumba en el Cementerio Municipal de la Avenida 14 de Febrero acompañados de los docentes y algunos padres y representantes.
Expedito Cortés tuvo una ventaja sobre los directivos de la institución que le sucedieron, es preciso destacar. Fue a no dudar la larga permanencia suya dirigiendo el plantel: 21 largos y provechosos años desde 1960 hasta 1981. Los nuevos conductores de la institución apenas cumplen tres o cuatros años en la dirección del plantel y llegan al cargo cuando ya están cansados y en trance de jubilación. Mi padre, por el contrario, asume la dirección del centro educativo muy joven y con bastantes bríos, lo que iba en concordancia con su nombre: Expedito, palabra que significa ágil, rápido.
Durante estos 21 años ese incansable hombre fue cofundador de la Casa de la Cultura de Carora, el Rotary Club, presidente del Centro Lara, fundador del Movimiento Electoral de Pueblo, el partido del Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, cofundador de los Bomberos de Carora, fundador del Frente Ecológico Regional, fundador de la Escuela de Especialidades Femeninas Petra C. de Aldazoro, animador de la construcción de la sede de la Casa del Educador, dirigió la representación del Distrito Torres al Festival Folklórico de Lara, fue secretario ejecutivo del Retorno a Carora en 1967, editó el libro que sobre el Cuatricentenario de Carora le dedicaron los educadores a la ciudad, se desempeñó como docente de la Escuela Normal Cecilio Zubillaga Perera, profesor de biología en Ciclo Básico Juan Oropesa de Río Tocuyo, presidente de la Federación Venezolana de Maestros, dirige la primera huelga magisterial del año 1969, gestiona la creación del IPASME en Carora, plantó varios bosques en distintos barrios de Carora…
Luego de su merecida jubilación en 1981, se traslada a Barquisimeto, donde funda el Frente Ecológico Regional y asume el cargo de Comisionado de Asuntos Ambientales de la Gobernación del Estado Lara, está entre los fundadores del Parque Nacional Dinira y el Parque Nacional Cerro Saroche en el semiárido, asesor del Congreso de la República en asuntos ambientales.
Como se habrá visto, fue mi padre un hombre verdaderamente incansable, y que tuvo sin embargo lugar para levantar y darle educación a una numerosa familia de ocho hijos. El día anterior a su fallecimiento, que ocurre el 28 de mayo de 2001, día del árbol, salió caminando de nuestra casa en Pueblo Nuevo y por sus propios medios sube a una ambulancia que lo traslada a la Policlínica Barquisimeto, lugar donde termina la aventura humana de este excepcional educador que fue ecologista cuando ni siquiera existía la palabra ecología. Hogaño tres institutos de educación llevan el nombre de este ser humano excepcional que fue vencido finalmente por la bacteria helicobacter pylori que horada su resistente estómago. Hace 20 años que se hizo tributario de la tierra este hombre que prefería lo llamasen Maestro de Monte, y que nutrió su visión del mundo a través de los dos libros cimeros de la cultura occidental: La Biblia y el Quijote de la Mancha.
Paz a su alma.
Luis Eduardo Cortés Riera