Su nombre proviene de la palabra “toñina”, con la que los navegantes españoles llamaban a los grandes atunes y delfines marinos.
Aunque muchos pueden llamarla tonina rosada, ya que mayormente se aprecian los adultos de la especie, al nacer su coloración es gris oscuro, es en su desarrollo cuando va adquiriendo tonalidades claras o matices de rosa.
Su robusto cuerpo no es impedimento para ser hidrodinámico y flexible. Sus ojos pequeños están adaptados a las condiciones del agua turbia donde habita.
Al contrario de los delfines marinos, sus vértebras cervicales no están fusionadas, lo que les permite mover la cabeza de lado a lado. Las aletas pectorales son grandes y con gran capacidad de movimiento; su aleta dorsal es baja y alargada.
Generalmente sus movimientos son tranquilos y pausados, sin la agilidad para hacer los grandes saltos de los delfines de agua salada.
Los machos de la especie viven la mayoría del tiempo en soledad y se juntan con las hembras únicamente en la época de apareamiento.
En la actualidad, la tonina está expuesta a graves amenazas por lo que se considera una especie vulnerable, a pesar que su estado poblacional no está claramente definido