Cuando el talentoso músico dominicano Jhonny Pacheco emigra a EEUU su destino final sería la ciudad norteamericana de Nueva York, la cuna del renovador género musical de la salsa. En la Gran Manzana se desarrolla como excelente músico. compositor, arreglista y empresario del espectáculo.
Así en 1971, junto a otros músicos, es uno de los creadores de la orquesta Las Estrellas de Fania que lanza internacionalmente el género de la salsa. la síntesis de los ritmos afrocaribeños. Un ritmo que geográficamente comprende a Cuba con la raíz de la salsa el son, México, Haití, Puerto Rico, Panamá, República Dominicana, Colombia y Venezuela, donde el locutor Fidias Danilo Escalona aporta el vocablo salsa que identifica a ese ritmo.
Pero ocurre que Pacheco no es un salsero más pues se distingue en ese mundo artístico por una obra muy singular que ha marcado huellas indelebles.
Un hecho que lo convierte en un pionero y protagonista de esa música que identifica la cultura del continente americano.
La salsa, como fenómeno cultural, es una variable urbana y contemporánea de la rica música afrocaribeña que en Pacheco encuentra a uno de sus mejores oficiantes con la particularidad de resaltar su esencia. Aquellos cantos del negro esclavizado traídos a las plantaciones de las Antillas. Esta música parió verdaderas estrellas que le han dado permanente brillo en las esferas del arte que ya forma parte del folclor universal. Pero el caso de Pacheco reúne características muy peculiares que lo hacen contrastante.
En un ambiente plegado a la cultura de masas y la industria del disco Pacheco mantiene el accionar de géneros como la charanga, el guaguancó y el son montuno. Por ello la imagen que lo identifica es la del solista flauta en mano ante el micrófono. Se mantuvo fiel a esos géneros para conservarlos y difundirlos con el éxito y aceptación de un público que se desvivía por la salsa neoyorkina. Persistió en la charanga cuando se le creía en declive.
Con Pete “Conde” Rodríguez establece unos excelentes e inolvidables dúos en que destacaban el soneo y la improvisación de dos maestros del género, como ocurre con El Tumbaito. Momentos en que deslizaba un fino humor caribeño. Se trata de unos “toma y dame” que han pasado a formar parte de la historia de ese ritmo de raíces africanas. Arte musical que evoluciona por conducto de un maravilloso sincretismo en EEUU, país de probado multiculturalismo.
Lo constatamos cuando escuchamos sus temas: Agua de Clavelito, Acuyiyé, La esencia del guaguancó, El Faisán y Yo soy el guaguancó. En este último hace crónica musical y ratifica, como dice nuestro amigo el periodista Reinaldo Gómez, que la salsa es más sabrosa en este componente que incorpora piano y trompetas en lugar del trombón. Hecho que nos rememora al cubano Benny Moré, el más influyente sonero cubano de los años 40 y 50 del siglo XX.
A los 85 años se despidió de este convulso mundo, pasto de la pandemia del coronavirus, el 15 de enero de 2021. Es un grande del arte al que se le admira y respeta precisamente lo que en vida supo ganarse Jhonny Pacheco. Deja el portentoso legado de su fabulosa música, poesía, canto y su infaltable flauta.
Freddy Torrealba Z.