«Tal vez mas se trate de una capacidad de atender, de escuchar, de un estar abierto y dispuesto, no solo a recibir, sino a entregarse, a darse«
Ángel Gabilondo
En estos días ha llegado a mis manos un gran libro de Ángel Gabilondo que en no más de 188 páginas, trata un tema que nos involucra a todos de una manera u otra, además de que se ha expandido aunque ya existía, con la llegada del covid19.
Me refiero a la soledad.
Me voy a permitir presentar unos párrafos de su libro, que espero les sirva a mis lectores de inspiración para afrontar este tema tan trascendental en la vida de muchas personas en el mundo.
Comienza escribiendo que, “Este libro habla de alguien. Y con alguien. Así dicho, resulta tan incorrecto como universal. Brota de la necesidad de su proximidad, de su palabra” y luego recalca, “Pero alguien no es uno o una cualquiera, no nos es indiferente, y dar con él, con ella, resulta decisivo. No es cuestión, sin embargo, de procurar una persecución o una captura” y remata escribiendo, “No creer que uno lo sabe todo y mejor que los demás, no ser autosuficiente por engreimiento y ser consciente de la propia necesidad, con entereza, constituye un aspecto decisivo para que alguien irrumpa en nuestra vida”.
Aquí ya comienza a delinear el camino de la necesidad de las personas de encontrar alguien que nos escuche, que sea nuestro confidente, que nos oiga y así ya estaríamos satisfechos con el fin de afrontar la soledad. No buscamos alguien que nos resuelva nuestros problemas, sino alguien con quien desahogarnos o simplemente que permanezca a nuestro lado caminando con nosotros y escuchándonos.
Así señala, “No siempre deseamos hablar con alguien, nos limitamos a hablarle a él, a ella. Para que se entere, pensamos , y no en todo caso hay espacios de conversación. No dejamos de hablar . Y dejar de hablar no es un simple gesto de permisividad, es un acto de reconocimiento. Exige crear condiciones de posibilidad para la palabra ajena. No se trata de hablar en su lugar, sino de propiciar su propio decir. Se requiere, por tanto, toda una política de liberación de la palabra , usurpada, silenciada y acallada. Para empezar, la nuestra. Y, no pocas veces por nosotros mismos”
En esta parte con mucha sabiduría escribe, “Alguien con quien hablar no es cualquiera al que decirle lo que nos ocurre. No se trata de requerir un recipiente o un receptáculo en el que depositar lo que precisamos o nos apetece expresar. Una y otra vez nos alienta no solo la necesidad de hablar, sino la voluntad de decir, de decirnos”
Definitivamente, nos aclara “Hay mucha tristeza y soledad. Y reconocerlo no es expresión de fatuidad o de debilidad, sino asunción de nuestra fragilidad constitutiva. Compartir con alguien esta difícil tarea de sobreponerse, de sobrevivirse, es absolutamente imprescindible”.
Italo Olivo
www.iolivo.com