¡Sierva de Dios! María Esperanza Medrano de Bianchini, un ejemplo digno a seguir #12Feb

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Por un período de tiempo, los días 7 de cada mes se dedicará, en el Santuario Nuestra Señora de La Candelaria,  la Eucaristía por la Sierva de Dios María Esperanza Medrano de Bianchini, vidente y mensajera de la Virgen Reconciliadora de los Pueblos, Virgen de Betania.

El padre Gerardino Barracchini, párroco de Nuestra Señora de La Candelaria y vicario episcopal para la santidad, aseguro que en la misa se dará a conocer su vida, obra y poder de intercesión, así como también promover su causa de canonización.

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María Coromoto Bianchini de Marrero relató que la sierva de Dios María Esperanza Medrano de Bianchini nació en Barrancas, estado Monagas, el 22 de noviembre de 1928. Señaló que «aunque deseaba ser religiosa, el Señor la llamó a ser esposa, madre de siete hijos y abuela de veinte nietos. Su vida fue de entrega a Dios y de oración, dando ejemplo de amor y obediencia a la Iglesia, esperanza de un mundo mejor, caridad con todo el que conocía y humildad ante Dios todopoderoso«.

Indicó que el 25 de marzo de 1976 vio a María Virgen y Madre Reconciliadora de Todos los Pueblos y Naciones en el lugar donde la Virgen le había señalado, llamado Finca Betania. Luego, en 1984 la Madre de Dios se le apareció́ a ella y a 150 personas más en Finca Betania. «La Iglesia aprobó́ estas apariciones en 1987«.

Agregó que María Esperanza realizó una incansable labor misionera llevando el mensaje de amor, reconciliación y unidad familiar alrededor del mundo.

«Después de una enfermedad muy similar al Mal de Parkinson entregó su alma al Señor, en olor de santidad, en Long Beach Island, Nueva Jersey, Estados Unidos, el 7 de agosto de 2004, a la edad de 75 años. Cinco años después de su fallecimiento fue declarada sierva de Dios y se le abrió una causa para su canonización por su ejemplo de vida, fama de santidad y poder de intercesión para alcanzar favores del Señor«, aseveró.

Por su parte, su hija, María Auxiliadora Bianchini de León, describió a la fila interminable de personas que acudieron a su entierro y destacó la inmensa paciencia que tenía su madre para escuchar por horas a los demás y dar siempre una palabra de consuelo.

Por último, Carlos Marrero, uno de los yernos, entre otros aspectos destacó:

«La sierva de Dios no solo era una madre para sus hijos, sino también para todo aquel que llegara buscando un consuelo, una palabra a tiempo, un hombro sobre el cual desahogar las tristezas y angustias de la vida. Era un ser humano en todo el sentido de la palabra. Insistía una y otra vez que de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, la que más le agradaba a Dios es la caridad. En esa virtud ella fue un ejemplo contundente. Era una mujer de pocas palabras y mucha acción. Ella siempre decía: Si no fuera por el sacramento de la Eucaristía y la oración diaria, me sería imposible resistir.’ La señora María Esperanza fue una esposa dedicada, una madre abnegada y una amiga incondicional. Sus grandes amores fueron la Virgen Santísima y nuestro Señor Jesús, y su meta principal imitarlos a la perfección», sostuvo.

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