Podrán decepcionar, mas no sorprender, los resultados electorales de Ecuador. Quienes sostenemos los valores democráticos en Latinoamérica solemos aferrarnos a cualquier señal de progreso que aparece en el horizonte, como fue la experiencia de Lenin Moreno.
Pero la lucha de la civilización contra la barbarie asemeja más bien la apertura de estrechos senderos en una tupida selva, caminos que se pueden a recubrir de maleza y densa vegetación ante el menor descuido.
Una vieja trama social hace que amplios segmentos de la sociedad tiendan a obviar las plenas libertades individuales, prefiriendo el primitivo estado de dependencia que ofrece el paternalismo populista de algunos caudillos.
Nada más descriptivo de la veleidad popular que algunos párrafos de la carta del 9 de noviembre de 1830, escrita por Simón Bolívar, al primer presidente de Ecuador, General Juan José Flores:
“Ese pueblo está en posesión de la Soberanía y hará de ella un saco, o un sayo, si mejor le parece… porque los pueblos son como los niños que luego tiran aquello por lo que han llorado… Desgraciadamente, entre nosotros no pueden nada las masas, algunos ánimos fuertes lo hacen todo y la multitud sigue la audacia sin examinar la justicia o el crimen de los caudillos, más, los abandonan luego al punto que otros más aleves los sorprenden.”
Esas proféticas palabras del propio Libertador, ya proscrito deben tenerlas siempre presentes quienes tienen reveses en su lucha sin claudicar por traer libertad, democracia y progreso a nuestras amadas tierras.
Los cambios políticos son predecibles ante el cúmulo de retos económicos y sociales, sumando ahora la pandemia que afrontan todas las naciones. Lo que deben ser constantes son los principios libertarios y democráticos frente a las contraproducentes tendencias totalitarias que algunos promueven.
La mera supervivencia del sistema democrático es por sí un gran logro en medio de condiciones sociales como las que prevalecen en la mayoría de nuestros países, y siempre debe anticiparse la volubilidad de los electores frente a lo que ya se conocen como ofertas engañosas.
Lo esencial es no desfallecer en una lucha de largo aliento, buscando siempre formas de sobrevivir y seguir batallando ante condiciones adversas que pueden luego resultar tan efímeras como algunos aparentes triunfos – sin perder jamás de vista los principios fundamentales que se sostienen.
Lejos de dar todo por perdido, hagamos votos para que en Ecuador prevalezca la razón; y, sobre todo, que se sostenga el sistema democrático que permite estos vaivenes electorales.
Antonio A. Herrera-Vaillant